No se ven ya escenas de triunfo de los yihadistas del Dáesh. La contraofensiva de curdos e iraquíes ha animado a muchos combatientes a abandonar el califato negro. Hay quien piensa ya en reeducarlos.
El avance de las tropas curdas e iraquíeshacia Mosul y Raqqa, con la progresiva pérdida de los territorios conquistados por el Dáesh entre 2013 y 2014 en Irak y Siria, está provocando la deserción, cada vez mayor, de los combatientes del «califa» Abu Bakr al Bagdadi.
Un día de abril de este año, Mohamed al Gabi (comandante de la brigada Yaish at Tahrir, perteneciente al Ejército Libre Sirio) vio en el horizonte a un miliciano del Dáesh que se dirigía a él. «Venía del Norte de África, no era sirio –dice Mohamed al Gabi al periódico francés Le Figaro-. Nos dijo que huía del Dáesh, que se trataba de un grupo de bandidos y asesinos que habían ensuciado el islam».
¿Qué hacer con ese hombre? ¿Matarlo, apresarlo, o dejarlo libre, con el riesgo de que pudiera cometer atentados en Turquía o Europa? La decisión de Al Gabi fue crear un centro de acogida a combatientes del autodenominado Estado Islámico arrepentidos y en fuga.
«Les damos un techo, les alimentamos y ayudamos a entender que se han equivocado. Deberíais ver hasta qué punto se les ha lavado el cerebro con la idea de un islam violento e intolerante», explica Al Gabi, que ha puesto en marcha un programa para eliminar las «toxinas» de la propaganda violenta de los yihadistas. El objetivo: «Ofrecer la posibilidad de una nueva vida, pero siempre sometidos a estrecha vigilancia –explica Gabi-. Mi objetivo es poner en marcha un recorrido de des-radicalización para estos extranjeros antes de que vuelvan a sus países de origen». Es decir, neutralizarlos para que no cometan actos violentos o atentados.
El centro –cuya localización es secreta- acoge actualmente a unas sesenta personas entre sirios, magrebíes y europeos. Todos asisten a cursos de juristas y teólogos que enseñan el «verdadero islam». Entre los fugitivos también hay mujeres: dos chicas francesas, más concretamente. Probablemente, después de convertirse al islam fueron a Siria para casarse con yihadistas.
Los riesgos de esta operación son varios. El más concreto es la presencia de infiltrados yihadistas entre los desertores. «Todos son interrogados. Queremos asegurarnos de que no hay espías. Además, todos están bajo una estrecha vigilancia», explica Mohamed al Gabi, que insiste en que las instalaciones no son una cárcel.
La brigada Yaish at Tahrir no es la única que acoge desertores del Dáesh. La división Falaq ash Sham ha tenido que acondicionar un inmueble como centro de acogida para más de 300 fugitivos de los territorios del Estado Islámico capturados en solo cuatro meses: sirios, chadianos, egipcios, tunecinos y gente del Cáucaso. «Los que tienen las manos manchadas de sangre son procesados y encarcelados –explica un combatiente de la brigada-. El resto se quedan en el centro, controlados por nuestros hombres». Con el paso del tiempo, sin embargo, esta situación corre el riesgo de ser insostenible, porque es muy costosa. «Gastamos una fortuna en ellos –admite Abu Jalil, uno de los miembros de Yaish at Tahrir- y hay incógnitas con respecto a su futuro. Los que han contactado con sus embajadas aún no recibido respuesta sobre su posible regreso a casa».