Pero en ese momento debían irrumpir los soldados y matar a los invitados; así, la muerte del tirano no sería objeto de alegría, sino día obligado de luto para todo el país. La cláusula no se respetó. El cuerpo del rey fue llevado a Belén y sepultado solemnemente cerca de la fortaleza-palacio llamada Herodium. Muchos autores piensan que la muerte de Herodes debió de suceder no mucho después de la venida de los Magos.
El reino quedaba dividido entre tres de sus hijos: Arquelao, que se llevó la mejor parte con Judea y Samaria; Herodes Antipas, a quien correspondieron Galilea y la Perea; y Filipo, que se quedó con otras regiones de menor importancia. Salomé, hermana de Herodes, recibió en posesión los enclaves de Yamnia y Azoto en la costa mediterránea, así como Fasael en el valle del Jordán.
También sabemos por Flavio Josefo que Arquelao, después de la muerte de su padre y de haber sofocado en sangre una sedición de los judíos, partió para Roma poco después de la Pascua para que el emperador confirmase el testamento de Herodes. Volvió por el otoño del año 750 con el título de enarca, «jefe del pueblo», de Judea, Samaria e Idumea.
Entonces, reinando ya Arquelao, José recibió un nuevo aviso del ángel: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; pues han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño. Parece probable que la Sagrada Familia permaneciera en Egipto unos dos años y algunos meses.
José levantó una vez más su hogar y tuvo la intención de dirigirse a Judea, a Belén, de donde partieron para Egipto. Pero por el camino debió de enterarse del carácter del nuevo gobernante de Judea. De hecho, Arquelao era un hombre despótico como su padre, y fue mal recibido por el pueblo.
La situación llegó a ser tan conflictiva que se hizo precisa la intervención de las tropas romanas, para lo cual el gobernador de Siria, Quintilio Varo, se puso al frente de tres legiones y penetró en Judea, consiguiendo al fin, tras no pocos esfuerzos, devolver la paz al país. Por su parte, una legación de notables judíos enviada a Roma consiguió que el emperador depusiera al nuevo monarca.
Este acudía entonces a la capital del Imperio para recibir oficialmente la confirmación de su título real. Es posible que una de las parábolas evangélicas esté precisamente inspirada en ese hecho.
José llevaba un tesoro demasiado valioso para exponerlo a cualquier peligro, y temió ir allá. Mientras reflexionaba dónde sería más conveniente para Jesús instalarse –siempre es Jesús lo que motiva las decisiones de su vida–, fue de nuevo avisado en sueños y marchó a la región de Galilea, a Nazaret, el pueblo pequeño y desconocido donde había tenido lugar la Anunciación. Volvía de nuevo al lugar donde conocía a todos y todos le conocían a él.
Allí, en Galilea, gobernaba Herodes Antipas, con muchos errores, pero era menos sanguinario que su padre. Es de notar que Nazaret distaba solamente cinco kilómetros de Séforis, donde tenía su corte el rey Antipas, hasta que se trasladó a Tiberíades en el año 18. Fueron, pues, vecinos durante un buen número de años.
Y a Nazaret se dirigió José, con un ánimo que rondaba entre la inquietud por la seguridad de Jesús y la alegría de hallarse de nuevo en tierra conocida. Allí encontró antiguos amigos y parientes. Sin duda le harían preguntas de no fácil respuesta: de dónde venía, qué había pasado en todo ese tiempo... Reanudó amistades y pronto se adaptó a una nueva tierra, la suya, y vivió con Jesús y María unos años de felicidad y de paz hasta su muerte.
San Mateo hace notar que todo esto sucedió para que se cumpliesen las profecías antiguas: Será llamado nazareno.
> LA HUIDA A EGIPTO DE LA SAGRADA FAMILIA
Fco. Fdz Carvajal, Vida de jesús
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