Reproducimos a continuación un texto de Benedicto XVI que nos parece paradigmático de la fiesta de Todos los Santos. Introdujo la celebración y el acto penitencial con estas palabras:
"Queridos hermanos y hermanas, hoy contemplamos el misterio de la comunión de los santos del cielo y de la tierra. No estamos solos; estamos rodeados por una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo, con ellos somos hijos de Dios, con ellos hemos sido santificados por el Espíritu Santo".
En la solemnidad de todos los santos, Benedicto XVI constató que la infelicidad consiste en vivir lejos de Dios. Por eso, felicidad y santidad se convierten en sinónimos, constató.
Así lo explicó en la homilía de la misa que celebró este miércoles a las diez de la mañana en la Basílica de san Pedro, en la que recordó que «los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una multitud sin número, hacia la cual la liturgia de hoy nos exhorta a levantar la mirada».
«En esta multitud no sólo están representados los santos oficialmente reconocidos, sino los bautizados de todas las épocas y naciones, que han intentado cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina», recordó.
«El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en su Luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y esta es la vocación de todos nosotros, confirmada con vigor por el Concilio Vaticano II», reconoció.
«Pero, ¿cómo podemos convertirnos en santos, amigos de Dios?», preguntó el obispo de Roma. «A esta pregunta se puede responder, ante todo, con un enunciado negativo: para ser santos no es necesario realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta positiva: es necesario ante todo escuchar a Jesús y después seguirle, sin desalentarse ante las dificultades».
«La experiencia de la Iglesia demuestra que toda forma de santidad, si bien sigue caminos diferentes, siempre pasa por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo. Las biografías de los santos describen a hombres y mujeres que, siendo dóciles a los designios divinos, afrontaron en ocasiones pruebas y sufrimientos inenarrables, persecuciones y martirios».
«El ejemplo de los santos es para nosotros un aliento a seguir los mismos pasos y a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, pues la única causa de tristeza y de infelicidad para el hombre se debe al hecho de vivir lejos de Él», aseguró Benedicto XVI.
El camino que conduce a la santidad es presentado por el camino de las Bienaventuranzas, indicó por último.
«En la medida en que acogemos la propuesta [de Cristo] y le seguimos --cada uno en sus circunstancias-- también nosotros podemos participar en la bienaventuranza. Con Él lo imposible se hace posible», concluyó.