Ya han pasado meses desde aquella noche de fin de año en la que muchos de nosotros, después de hacer balance de lo bueno y malo, nos prometimos una larga lista de buenos propósitos para el nuevo año: dejar de fumar, aprender inglés, llevar una vida más sana, ponerse en forma,….
No sé cuánto queda de aquello, tal vez ya los has abandonado, incluso, al día de hoy ni los recuerdas. O como suele pasar, a mí me ha pasado infinidad de veces, te justificas diciendo que lo que perseguías realmente no lo necesitabas, que era una estupidez, o que las metas que te propusiste no las tenías bien definidas.
Pero, si todavía te queda algo de ilusión, lo que te recomiendo es enfocar tu lucha, con una “obligación voluntaria”, en algo que verdaderamente valga la pena: un verdadero cambio interior, un paso adelante en el progreso espiritual, en metas que te ayuden a conocerte a ti mismo, a cambiar de forma progresiva, a pulir tu espíritu dirigiendo tu vida a “la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”1.
Y para conseguir esta meta, que no es otra que la santidad, conocer lo que Dios quiere y nos pide a cada uno, y tener las armas para responder adecuadamente en cada momento, os recomiendo que os agenciéis un entrenador personal, un experto sabio, prudente y santo. Una persona que, de manera eficaz y práctica, con realismo, nos conozca, nos ilustre y nos acompañe mientras trabajamos, con la ayuda de Dios, para convertir en realidad nuestros pequeños retos diarios. Pues como dice el Libro del Eclesiastés: “valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo. Si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante!”2
Y no es mala idea. Tener un coach está de moda. Y más en estos tiempos que corren. Es más, no es extraño, entre nuestros amigos y vecinos, ver como recurren a un coach, a un entrenador personal, para casi todo. El objetivo varia de unos a otros, pero el fin es el mismo: alcanzar las metas que se proponen, conseguir un mayor equilibrio y resolver los problemas que les surgen en todos las parcelas de su vida. Los hay de belleza, para mejorar tu salud , para adelgazar, para tener éxito en la empresa, familiar, para mejorar la comunicación con los hijos, para prepararse y mejorar nuestra productividad a nivel profesional, para saber manejar a los adolescentes, …trayectoria profesional, entorno físico, salud, familia, ocio, relaciones amorosas, dinero, desarrollo personal, amistades...
Un coach, ahora está de moda llamarlo así, aunque se trate del director espiritual de toda la vida, que te ayude a cambiar y a crecer intelectual, espiritual, y humanamente con un plan diario. Pues como afirmaba Juan Pablo II, “en la propia vida no faltan las oscuridades e incluso debilidades. Es el momento de la dirección espiritual personal. Si se habla confiadamente, si se exponen con sencillez las propias luchas interiores, se sale siempre adelante, y no habrá obstáculo ni tentación que logre apartaros de Cristo"3.
Pero encontrar un coach, poner tu alma en manos de un maestro, es una gracia extraordinaria de Dios que vale la pena buscar. Un entrenador personal que te dé un poco de caña, como dicen los jóvenes, que te ayude a analizar tus aspiraciones , “tu lucha ascética, íntima, que cada cristiano debe sostener contra todo lo que, es su vida, no es de Dios”4 que nos muestre con dulzura y exigencia dónde hemos fallado y te guíe con optimismo sobrenatural en aquello que debemos trabajar más para mejorar, es una gracia extraordinaria de Dios que vale la pena.
Pues como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer, “el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro"5.
—–
1. Constitución Dogmática Lumen Gentium, 40
2. Eclesiastés 4, 9-10
3. Juan Pablo II, Carta a los seminaristas de España, Valencia 8-XI-1982
4. San Josemaría Escrivá de Balaguer,Es Cristo que pasa,p.73
5. San Josemaría Escrivá de Balaguer , Camino, n.59.