El obispo Abou Khazen a la agencia Fides: solo la misericordia puede salvarnos del odio y curar las heridas.
El anuncio que Papa Francisco hizo ayer, durante la liturgia penitencial por él presidida en San Pedro, de un nuevo Jubileo extraordinario de la Misericordia suscita reflexiones singulares entre los cristianos de Siria, empezando por la condición de ansia y sufrimiento que viven tras casi cinco años de guerra. «Invocamos y mendigamos la misericordia de Dios para nosotros mismos, para la Iglesia de aquí, para todos nuestros amigos y compañeros de camino, y también para todos estos que cometen cosas atroces en nombre de Dios: que Dios mismo tenga misericordia de nosotros y de ellos, y que toque los corazones de todos». Así describió a la agencia Fides el obispo Georges Abou Khazen, Vicario apostólico de Aleppo para los católicos de rito latino, los sentimientos y las esperanzas que tuvo al enterarse de la noticia de la promulgación de un Año jubilar dedicado a la misericordia.
«Para todos nosotros –explicó el obispo franciscano de la metrópolis siria– experimentar la misericordia de Dios es una cuestión vital, y debemos mendigarla como algo que necesitamos para vivir: solo los que experimentan la misericordia de Dios pueden ser misericordiosos con los demás, e ir a encontrarlos para ayudarlos».
«El dolor y el sufrimiento de los inocentes –añade el obispo Abou Khazen– nos parecen absurdos, y pueden inducir a apagar incluso los corazones más generosos, hasta llegar a envilecerlos. Solamente el milagro de la misericordia puede sanar las heridas también mortales de nuestras almas y dar frutos de conversión y reconciliación. Papa Francisco –concluye el obispo– repite que la misericordia no es una actitud pastoral, sino la sustancia misma del Evangelio. Y esto, en la condición actual de Aleppo, lo percibimos todos los días, hasta en las llagas más íntimas de nuestras vidas».