Entrevista con el nuncio apostólico de Damasco, Mario Zenari, nuevo cardenal: «Este conflicto estalló en casa musulmana, entre los países sunitasy chiitas. Los problemas para este pueblo, pero también para Irak y para Yemen, vienen de ahí»
«Aunque sea italiano, como nuncio mi patria es Siria. Y un hijo no puede alejarse de la cabecera de la madre, cuando está enferma o moribunda. Por esto me ayudo allí…». El nuevo purpurado Mario Zenari, de 1964 y desde 2009 representante pontificio en Damasco, supo de su nombramiento cardenalicio mientras estaba almorzando con familiares y amigos en Villafranca de Verona, su pueblo de origen. «No sabía nada», explicó a «La Stampa». Hace tres años fue herido por un mortero, que cayó al lado de la nunciatura. «Si hubiera caído media hora antes, mientras recitaba el breviario fuera, no sé si estaría aquí hablando con usted», confía.
Con respecto a Alepo todavía se puede vivir, a pesar de los morteros y las esquirlas. Todo está contaminado: el aire, el agua, el suelo. Y las personas que han escapado de las bombas o de los ataques con armas químicas, viven bajo otra bomba: la de la pobreza, que amenaza al 80 % de la población. La mitad de las fábricas y de los hospitales está destruida.
La clave de una posible solución está en las manos de Estados Unidos y Rusia. Hace tres asó parecía que el milagro estaba cerca, pero las situaciones en Crimea y Ucrania hicieron que volviera a surgir la “guerra fría”. A principios de septiembre de este año se había llegado a un acuerdo, los rusos se comprometían a hacer que permanecieran en tierra las fuerzas armadas sirias, Estados Unidos se comprometía a frenar a los rebeldes moderados. Después, el día 19 se dio el ataque al convoy humanitario. Evidentemente había alguien que quería hacer que saltara el acuerdo.
En Siria hoy tienen presencia seis o siete naciones diferentes, algunas que pertenecen a la región. Y luego está el Estado Islámico, que representa una guerra dentro de la guerra. Las soluciones, hasta ahora, acaban reforzando a los rebeldes extremistas. Entran armas con demasiada facilidad y se sabe quiénes financian estas transferencias. Detrás de ciertos grupos se sabe que están los Estados de la región que tienen grandes recursos económicos. Hay que decir que este conflicto explotó en casa musulmana, entre los países sunitas y chiitas. Los problemas para Siria, pero también para Irak y Yemen, provienen de ahí. Sin un acuerdo entre los países de la región será difícil construir la paz.
Nosotros, como sede diplomática, tenemos relaciones con el gobierno y somos tratados con respeto. Cuando viajo para visitar alguna diócesis, advierto al ministerio del Exterior, pero siempre me han favorecido e incluso ofrecido escoltas. Respetan a la Santa Sede. Con los rebeldes es más difícil tener contactos directos. Estoy en contacto con sacerdotes y miembros de las comunidades católicas que viven en las zonas controladas por Al-Nusra, los cuales, a su vez, tienen contactos con los rebeldes.
Por lo que puedo ver, ha habido un cambio de perspectiva y se han atenuado las posturas de las naciones que querían a cualquier precio un cambio de régimen. Se buscan soluciones de compromiso, teniendo en cuenta la lección de lo que ha sucedido en otros países.
Hay que comprender su punto de vista: la libertad religiosa en Siria era buena, se podíaconstruir iglesias. Es difícil imaginar que, de repente, se pongan a escupir en el plato en el que habían comido. Por mi parte, en estas situaciones, siempre he invitado a la prudencia, a no exponerse demasiado. Los cristianos podían ser la aguja de la balanza, servir como puente. En las aldeas mixtas vivían bien y convivían bien con los musulmanes. Desgraciadamente la comunidad cristiana se ha reducido.