El pasado mes de marzo, un periodista que entrevistaba a Francisco citó una opinión de Herranz como «del cardenal más antiguo que tiene el Vaticano». «Un tipazo», le interrumpió el Papa. «Herranz tiene experiencia. Herranz es médico, después entró en el Opus Dei, se ordenó sacerdote. Tiene 92 años. El otro día me escribió una carta muy simpática. Soy muy cercano a Herranz, muy amigo».
En esa carta le pedía permiso para publicar en un libro de memorias, cuyo manuscrito adjuntaba, algunas cartas que ambos se han cruzado a lo largo de la última década.
La respuesta de Francisco refleja su aprecio por una persona que ha servido lealmente a seis Papas.
«Me conmueve su gesto, me deja mudo. No lo esperaba. Me admira su memoria y su anciana juventud. Y recuerdo una anécdota: después del Cónclave en el que fue elegido Benedicto XVI, usted nos invitó a almorzar al cardenal Hummes y a mí. Fue un almuerzo en el que pudimos calibrar su amor a la Iglesia escuchando sus reflexiones. Salimos edificados y los comentarios entre nosotros fueron sobre cómo quedamos edificados por su personalidad de hombre de Iglesia, hombre de corazón eclesial».
Herranz publicó en 2007 las memorias de sus años de servicio a san Juan XXIII, san Pablo VI, Juan Pablo I y san Juan Pablo II bajo el título En las afueras de Jericó.
Ahora, en Dos Papas (Rialp), añade su experiencia al servicio de Benedicto XVI y Francisco, siendo testigo del caminar de la Iglesia en las últimas décadas. Con amor a la Iglesia y al Santo Padre comenta momentos de esplendor y contraposiciones del sucesor de Pedro.
Estas memorias de 21 capítulos van desde el pontificado de Benedicto XVI hasta Francisco, pero recordando a otros papas que influyeron en su vida, a quienes también sirvió. Entre los temas que va desglosando también se encuentra aquellos de controversia: Vatileaks, pederastia, reformas, la renuncia de un papa, hasta las hostilidades contra el Sumo Pontífice, entre otros.
“Por una de esas caricias de la Providencia —que agradezco de corazón cada día—, he tenido la suerte inimaginable de servir en el Vaticano a seis papas, desde aquel lejano año de 1960 hasta el día de hoy. Nada menos que seis décadas… y particularmente novedosas con los dos últimos”, nos dice el Cardenal.
Ilustra de manera particular que “Benedicto XVI y Francisco reflejan, cada uno a su manera y en aplicación del Concilio ecuménico Vaticano II, el rostro amable y la enseñanza alegre de Jesús de Nazaret, al margen de las supuestas diferencias doctrinales, que algunos exageran desde contrapuestas y extremistas ideologías, o simplemente por intereses temporales de carácter sociopolítico”, dice.
“Conocí personalmente al arzobispo de Múnich, Joseph Ratzinger, en junio de 1977, apenas nombrado cardenal. A su vez, la amistad con el cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, comenzó en el cónclave de 2005, que eligió al cardenal Ratzinger como Benedicto XVI”, recuerda el autor.
Y subraya de igual manera: “los dos papas me han edificado con sus virtudes y honrado con su amistad personal y confianza, más de lo que merezco y con gestos conmovedores”.
- Si se quiere conocer cómo eran realmente los primeros cristianos hay que leer los Hechos de los Apóstoles: vale la pena leerlo y releerlo, porque ahí es donde está la vida de los primeros cristianos.
Después, hay una enseñanza estupenda que es la Carta de San Clemente Romano a los Corintios (siglo I) que habla de la fuerza de los primeros cristianos que consistía fundamentalmente en lo que es la esencia del cristianismo.
Una revolución de amor en el mundo. Que empezó con que el infinito amor de Dios llegó a encarnarse para aproximarse al hombre en Cristo.
Por contraste ven que en el mundo hay soberbia, hay ira que lleva a la guerra, cada vez hay más injusticias sociales tremendas, la bestialidad de las guerras. ¿Por qué? Porque está el pecado que ha corrompido la naturaleza humana con el pecado original. Esto es una realidad, se crea o no se crea como principio teológico doctrinal, es una cosa que la vemos.
Pues entonces los primeros cristianos iban aprendiendo esto, y se daban cuenta, porque la catequesis del bautismo, que es una cosa muy sería —es renacer en Cristo—, es decir, se adquiere el derecho y el deber de imitar a Cristo siguiendo las lecturas de los evangelios que estaban escribiendo.
Y todo en un contexto de amor. El amor en Cristo encarnándose es la imagen visible de Dios invisible. Los primeros cristianos pasaban a adquirir la condición de hijos adoptivos de Dios y herederos de la vida eterna, que había una novedad frente al mundo pagano, que estaba cerrado a la trascendencia.
Hacer del amor algo eterno y no algo animal. El amor de una persona comporta cuerpo y alma, y como tal, ese amor puede ser eterno, pues después de la muerte, el amor continúa, y desde la tierra, mediante la Comunión de los Santos: viven en la carne pero no según la carne, viven en sociedad y obedecen las leyes, pero tienen su ciudadanía en el cielo (Carta a Diogneto).
Eso se lo encontraron los primeros cristianos, el mundo estaba paganizado, pero ahí está la fuerza transformadora que tiene. Ser cristiano es la cosa más seria que se puede ser en este mundo pero hay que tener conciencia de esto al recibir el bautismo porque adquieres derecho y deber de ser como Cristo y de llevar el mensaje de Cristo al mundo.
Has pasado de ser una simple criatura digna pero no tenías la categoría de ser hijo adoptivo de Dios y donde te vas a encontrar con un Dios que también tiene parte de tu naturaleza humana porque se hizo hombre y resucitó. Para defender una cosa tan grande que se es y que se tiene hay que dar la vida si es necesario.
Actualmente, cientos de miles de hermanos nuestros están perseguidos en el mundo, y algunos de ellos viven en países donde la ley prohíbe el cristianismo. En otros sitios no se llega a esos extremos, pero hay sitios donde si eres cristiano te consideran un paria, es decir, se le priva de los derechos de la ciudadanía al cristiano por el hecho de serlo, mientras que a los que no son cristianos sí se les confieren esos derechos.
Estos consideran que ser cristiano no es políticamente correcto o económicamente correcto. Tratan de imponer por la fuerza esto, y se olvidan de que Dios se ha encarnado para salvar a la humanidad. La indiferencia del mundo hacia Dios es algo que denuncia el Papa Francisco: la globalización de la indiferencia.
by primeroscristianos.com - Javier Fernández-Álava / Alex López Blanco / Jordi Pich / Gonzalo García De La Garza
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