Selección de textos de las obras de San Justino

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San Justino

De sus variados escritos, sólo conservamos dos Apologías, escritas en defensa de los cristianos, dirigidas al emperador Antonino Pío; y una obra titulada Diálogo con el judío Trifón, donde defiende la fe cristiana de los ataques del judaísmo. En esta obra relata autobiográficamente su conversión.

En las Apologías, admira en su exposición el profundo conocimiento de la religión y mitología paganas—que se propone refutar—y de las doctrinas filosóficas más en boga; cómo intenta utilizar cuanto de aprovechable encuentra en el bagaje cultural del paganismo; su valentía para anunciar a Cristo—sabiendo que se jugaba la vida—y su capacidad de ofrecer los argumentos racionales más adecuados a la mentalidad de sus oyentes.

 A continuación presentamos algunos textos seleccionados

  1.  Tenemos la obligación de dar ejemplo con nuestra vida y nuestra doctrina, no sea que hayamos de pagar nosotros el castigo de quienes parecen ignorar nuestra religión, y así pecaron por su ceguera. Pero también vosotros debéis oírnos y juzgar con rectitud porque, en adelante, estando instruidos, no tendréis excusa alguna ante Dios si no obráis justamente. (SAN JUSTINO, Apología 1, 3)
  2.  (San Justino, filósofo cristiano del siglo II, trata de convencer al Emperador Antonino Pío de que los cristianos son auténticos sembradores de paz…)  Vuestra mejor ayuda para el mantenimiento de la paz somos nosotros, pues profesamos doctrinas como la de que no es posible que un malhechor, un avaro o un conspirador, pasen inadvertidos a Dios—como tampoco pasa un hombre virtuoso—. Por el contrario, cada uno camina, según el mérito de sus acciones, hacia el castigo o hacia la salvación eterna. Si todos los hombres fuesen conscientes de esto, nadie escogería la maldad por un momento, sabiendo que así emprendía la marcha hacia su condena eterna en el fuego, sino que por todos los medios se contendría y se adornaría con las virtudes, para alcanzar los bienes de Dios y verse libre de la pena. (SAN JUSTINO, Apología 1, 12)
  3. (Del mismo modo trata de explicar cómo el cristianismo lleva a las personas a cambiar de vida –con la gracia de Dios- de modo total…)   Los que antes nos complacíamos en el desenfreno, ahora sólo amamos la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado; los que nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos, y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen injustamente para que, viviendo conforme a los preclaros consejos de Cristo, tengan la esperanza de alcanzar, junto con nosotros, los bienes de Dios, soberano de todas las cosas. (SAN JUSTINO, Apología 1, 14-17)
  4. (San Justino, en el siglo II, parece anunciarnos lo que más adelante hemos ido comprobando a lo largo de la historia de la Iglesia: cuanto más perseguida ha estado, más se ha extendido por todas partes…)   Cuanto más se nos persigue tanto más crece el número de los que se convierten a la fe por el nombre de Jesús. Nos sucede como con la cepa, a la que se podan los sarmientos que han dado ya fruto, para que broten otros más vigorosos y lozanos. La viña plantada por Dios y por nuestro Salvador Jesucristo es su pueblo. En toda la tierra no hay quién atemorice o reduzca a los que creemos en Jesucristo.  (SAN JUSTINO, Diálogo con Trifón, 1-8)
  5. (La presencia de Jesucristo en las especies sacramentales es algo que está firmemente anclado en la fe de los primeros cristianos, como lo vemos en estas palabras de San Justino…)    Esta comida se llama, entre nosotros, eucaristía, y a nadie le es lícito participar de ella si no cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño del perdón de los pecados y de la regeneración, viviendo de acuerdo con lo que Cristo nos enseñó.  Porque esto no lo tomamos como si fuera pan común ni como bebida ordinaria, sino como a nuestro salvador Jesucristo, encarnado por virtud del Verbo de Dios, que tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que, en virtud de la oración del Verbo que de Dios procede, el alimento sobre el que fue dicha la acción de gracias –del que se nutren nuestra sangre y nuestra carne al asimilarlo- es el cuerpo y la sangre de aquel mismo Jesús encarnado.  (SAN JUSTINO, Apología 1, Carta al emperador Antonino Pío, 66)
  6. Los apóstoles, en efecto, en sus Recuerdos –escritos por ellos- llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias dijo: “Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo”.Y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: “Esta es mi sangre”, dándoselo a ellos solos. Desde entonces seguimos recordándonos unos a otros estas cosas. Y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de otros que no los tienen y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. (SAN JUSTINO, Apología 1, Carta a Antonino Pío, 67)
  7. Y celebramos esta reunión común de todos en el día del sol, por ser el día primero en el que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y también el día en el que nuestro salvador Jesucristo resucitó de entre los muertos. (SAN JUSTINO,  Apología I, 67)
  8. (Emociona comprobar cómo seguimos celebrando la misma Misa que se celebraba en el siglo I: lo podemos ver en la descripción del Santo Sacrificio que San Justino, en el año 155, hace al emperador Antonino Pío…)  El día que se llama día del sol (el Domingo) tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Se leen las Recuerdos de los Apóstoles y los escritos de los Profetas.  Luego, cuando el lector termina, el que preside toma la palabra y hace una invitación y exhortación a que imitemos estos bellos ejemplos.   Seguidamente, nos levantamos todos a una y oramos por nosotros... y por todos los demás dondequiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna.   Luego se lleva, al que preside, el pan y una copa con vino y agua mezclados. El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.   Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo ha respondido “amén”, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes el pan y el vino “eucaristizados”. (SAN JUSTINO, Apología I, Carta a Antonino Pío, 67)

 

Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)

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