Muchos, porque ellos eran una minoría entre paganos. Hoy en día nos pasa igual, no somos propiamente una minoría pero sí –perdón por el término un grupo “selecto”. Lo dijo en su momento el cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI: los cristianos estamos inmersos en una sociedad pagana. Somos pocos los cristianos que tenemos una formación y tenemos que ir contracorriente. Por ejemplo, ahora con el tema de la píldora postcoito, somos muy pocos los que estamos en contra, defendiendo el valor de la vida.
Se trata de personas lejanas en el tiempo, pero muy próximas en sus circunstancias. Se movían en una sociedad pagana a la que tenían que convertir. Y nosotros, por lo menos en Europa, nos movemos en una sociedad laicista a la que hay que reconvertir.
Evidentemente la sangre de los primeros mártires fue una semilla importante para que fructificase el Evangelio, pero la conversión que abarcó naciones enteras, no se debe sólo a esa semilla, ni tan siquiera a la doctrina de los Padres de la Iglesia, sino a la inmensa mayoría de cristianos anónimos que con su palabra y, sobre todo, con su comportamiento, difundían el mensaje del Evangelio.
La realidad, como dice Tertuliano, era que los cristianos anónimos se encontraban, cada uno cumpliendo su función, en todos los estamentos de la sociedad.
La respuesta es evidente. Precisamente la incoherencia es lo que ahuyenta a la gente de la Iglesia. El que se dice católico, pero a su aire ¿a quién va a atraer? O aún peor, quien se considera católico porque de vez en cuando va a Misa, y su conducta personal poco tiene que ver con el mensaje del Evangelio, hace un flaco favor a la Iglesia.
Todos conocemos personas que dicen que perdieron la fe como consecuencia del mal ejemplo de alguien que se decía católico. A voces gritaría: ¡hacen falta cristianos coherentes, que vivan lo que predican, porque su mejor predicación será vivir acorde con el mensaje evangélico! Como decía Pablo VI , mucho más importante que los documentos son los testimonios vivos. El hombre contemporáneo escucha de mejor gana a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque son testigos”.
A mí San Pablo no es que me fascine, sino que leo a Holzner –el libro San Pablo, heraldo de Cristo de Josef Holzner y me quedo enteramente asombrado. Veo las grandes dificultades que tenía en sus viajes, y yo muchas veces me quejo por tener que hacer un viaje en coche de unas horas.
Todo esto, y no hablo ya de los azotes que le dieron los judíos y de los apedreamientos, lo hacía por la fe. Todas estas dificultades prueban la fe tan grande que tenía. Esa fe es la que lo llevaba a propagar el Evangelio a pesar de los muchos obstáculos que encontraba. Y así llegó a tantos sitios difundiendo el cristianismo, incluso yo creo que llegó a España, aunque se duda.
Me parece importantísimo. Porque la magnitud de su fe debe ser un ejemplo para nosotros, los cristianos de hoy en día.
Justamente estoy ahora trabajando en un libro sobre San Hermenegildo, a quien su padre lo manda matar por convertirse del arrianismo al cristianismo y sin embargo él no reniega de su fe. Es este ejemplo de valentía el que debemos tomar los cristianos en nuestra época.
San Hermenegildo, aunque no es propiamente de los primeros cristianos –es del siglo V, sí es uno de los primeros en España. En concreto, es el primer noble visigodo que se convierte del arrianismo al cristianismo a pesar de la prohibición de su padre el rey Leovigildo, que lo lleva al martirio.
Por su ejemplo su hermano Recaredo será el primer rey visigodo que se convierta al cristianismo. Porque los visigodos, que venían de Alemania, eran todos arrianos, y con Recaredo pasaron a ser cristianos.