La profesora Antonia Maropoulos, responsable técnica del proyecto de restauración, había prometido que el lugar podría seguir siendo visitado por los peregrinos, y se ha cumplido.
Los trabajos en curso en torno a la tumba vacía de Jesús no desaniman a peregrinos y turistas, que no renuncian, a pesar de las obras, a una foto de recuerdo ante el edículo, aunque este tenga un aspecto que no llame mucho la atención.
La fachada se ha despojado de todo, como en los primeros momentos de su construcción. Nada de iconos, lámparas de aceite o cuadros. No queda más que la pequeña puerta que da acceso a los peregrinos, protegida por un túnel metálico. Sobre la entrada, la paloma que simboliza el Espíritu Santo despliega todavía sus alas.
Al presentar los trabajos, la responsable técnica de la obra, la profesora Antonia Maropoulos, aseguraba el libre acceso a los visitantes al interior del Santo Sepulcro, y la promesa se ha mantenido. Los ritos litúrgicos siguen celebrándose y los fieles se arrodillan, como siempre, ante la tumba vacía, a menos que prefieran quedarse en la capilla de los coptos adjunta al edículo, en la parte opuesta a la entrada. Los otros lados del edículo son inaccesibles desde el 8 de mayo pasado porque están rodeados de una valla de dos metros, levantada para proteger las obras.
Terra Santa ha podido seguir con atención los trabajos gracias a la hospitalidad de las comunidades eclesiales corresponsales de la basílica: griegos ortodoxos, franciscanos (en nombre de los católicos) y armenios apostólicos.
En el lado sur, donde los peregrinos solían colocar las velas votivas, la armadura de acero instalada por los británicos en el siglo pasado sigue en su sitio, aunque ha sido reforzada en su base. Una nueva estructura envuelve todo el conjunto.
Los trabajos más importantes se concentran, de momento, en la fachada norte. La arquitectura barroco-otomana había diseñado aquí los perfiles de tres ventanas. Ahora ya no se ven, porque el muro ha sido despojado del revestimiento de mármol. Analizando las fotos recién hechas se tiene la sensación de que el muro desnudo se ha construido en, al menos, dos épocas distintas, a juzgar por la diferencia entre las piedras empleadas y su disposición. En cuanto a la datación… por ahora los especialistas y arqueólogos no se han pronunciado al respecto.
Según lo que va saliendo a la luz, por primera vez, 206 años después de la construcción del edículo actual, se confirma lo que escribe el arqueólogo y académico británico Martin Biddle en su libro The tomb of Christ (1999, cuya edición italiana se titula Il mistero della tomba di Cristo, Newton & Compton, 2000): la construcción está a base de capas y cada estrato histórico se sobrepone al anterior.
Los datos técnicos, las investigaciones y la medición con láser prepararon las intervenciones de los trabajadores, que ahora se emplean serenamente, mapas en mano, verificando puntualmente cuanto poco a poco va saliendo a la luz.
La mayor parte de las intervenciones más ruidosas se hacen por la noche, con el empleo de taladros y mazos, aunque alguna vez se hacen también de día, como documenta el vídeo que aparece aquí abajo.
Para mover con más facilidad los andamios móviles se ha colocado un pavimento provisional alrededor del edículo. Sobre las losas rosas y negras se ha colocado una lona, sobre la cual se ha colocado un estrato de arena, donde se apoyan unas resistentes placas grises.
Todas las piezas del revestimiento de mármol desmontadas se suben a la galería de los franciscanos, bajo la cúpula, gracias a un montacargas instalado no muy lejos de los arcos de la Virgen. En el taller situado bajo el techo de la basílica se hace inventario de todas las piezas, antes de medirlas y limpiarlas.