Nació en la ciudad de Toledo, de padres nobles y cristianos. Dotada de todas las brillantes prendas en que fundan su principal mérito las de su sexo, ninguna cosa tenía atractivo para ella sino el retiro.
Era mirada como un prodigio de talento y de virtud y su modestia inspiraba veneración y respeto. No pudiendo Daciano reducirla a la adoración de los ídolos, la hizo moler a palos del modo más inhumano.
Mandó después encerrarla en un horrible calabozo, donde pasaba en oración los días y las noches, prefiriendo aquella mazmorra a los mas deliciosos y magníficos palacios del mundo. Allí expiró esta insigne heroína el día 9 de Diciembre año 303.
Una leyenda del siglo VIII, dice que en su fiesta, Leocadia se le apareció a san Ildefonso. Celebrando San Ildefonso la fiesta de Santa Leocadia con el rey Recesvinto y toda su corte en la basílica donde estaba sepultada, salió del sepulcro la santa mártir diciendo al santo prelado: «¡Oh Ildefonso, por ti vive la gloria de mi Señora la Virgen María!"
En la invasión sarracena fué llevado su santo cuerpo a Flandes, de donde se trasladó a Toledo en tiempo de Felipe II, año 1587.
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