Santa Efigenia era hija de los reyes Egipo y Eufenisa de Etiopía. Hay pocas noticias sobre su vida. Se sabe que ocho años después del día de la Ascensión de Jesús, el Apóstol Mateo y otros discípulos quisieron llevar el Evangelio a Etiopía, pero no fueron bien acogidos por los habitantes.
Sólo la princesa Efigenia comprendió la idea de un único Dios, rechazando el paganismo.
Al difundirse el cristianismo, los jefes paganos, muy influyentes en la comunidad, decidieron ofrecer a Efigenia en sacrificio. La Santa esperaba este trágico momento consagrándose a Dios, único Creador. Mientras se preparaba la hoguera, escuchaba las palabras de aliento de San Mateo, quien le animaba a sentir el amor de Dios en su corazón.
Cuando las llamas crecieron, Santa Efigenia levantó la voz invocando el Nombre de Jesús. Los testimonios cuentan que un ángel bajó del cielo arrancando a Efigenia de las manos de sus enemigos. Una vez a salvo, multiplicó sus esfuerzos por la conversión al cristianismo de todo su pueblo.
La Santa encontró muchas resistencias, entre ellas la de Hirtaco. Éste habló con Mateo para que convenciera a Efigenia a casarse con él. Mateo rechazó su petición, y así -según reconstrucciones poco atendibles- marcó su camino hacia la muerte por martirio.
Efigenia y su hermano Efronio se salvaron de un gran incendio provocado por Hirtaco, y gracias a la ayuda del Señor, sobrevivieron, mientras que Hirtaco escapó. El pueblo proclamó rey al hermano de Efigenia, que gobernó 70 años en paz.
Cuando llegó el momento de la muerte de Efigenia, la Santa recibió los Sacramentos y esperó el momento en paz y serenidad. La Santa Efigenia es considerada la “liberadora de Etiopía” y se le invoca como protectora contra los incendios. De hecho, en casi todas sus representaciones aparece llevando en una de sus manos una casa o una iglesia en llamas.