Mártir de principios del s. IV, uno de los más famosos santos españoles. N. en Huesca, de padres cristianos, en la segunda mitad del s. III. Valerio, obispo de Zaragoza, lo toma como diácono al servicio de su diócesis. Su fervor y elocuencia, junto con su ejemplaridad, se hicieron muy pronto populares. Su actividad diaconal se desarrolló durante una época relativamente serena y pacífica (el a. 270 el emperador Aurelio restablece la unidad del Imperio, y Diocleciano en el 284 le da una nueva organización), que favorece el impulso expansivo de la Iglesia.
Ello contribuye al asentamiento y asimilación orgánica del cristianismo en las regiones ya más evangelizadas, como la Hispania: el Conc. disciplinar de Elvira (v.), que presupone un desarrollo y madurez considerables de la Iglesia en España, al menos en la provincia Bética, se celebró en fecha inmediata al a. 300.
Tras de esta situación favorable, se originó una nueva y más sangrienta persecución, decretada por los emperadores Diocleciano y Maximiano. En marzo del 303 se publica el primer edicto imperial en este sentido. Para llevar a cabo los diversos edictos persecutorios, llega a España el prefecto Daciano, que permanece en la Península dos años, ensañándose con fanatismo y crueldad en la población cristiana. Daciano hace su entrada en España por Gerona, encargando allí del cumplimiento de los decretos imperiales al juez Rufino, pasando 61 a Barcelona y después a Zaragoza.
De Zaragoza el Prefecto llevó consigo a Valencia al obispo Valerio y a su diácono Vicente. Pronto se deshace del obispo enviándolo al destierro, mientras que a V. lo somete a toda la gama de torturas para provocar su apostasía: potro, garfios, tenazas y fuego. Por último lo envía a prisión, donde V. recibe una aparición angélica, narrada tanto por las Actas como por Aurelio Prudencio.
El dato es admitido como cierto por algunos historiadores modernos (cfr. Z. García Villada, o. c. en bibl., 279-281), aunque otros dudan de su historicidad por su acusado sabor legendario. En la prisión encuentra V., finalmente, la muerte.
La autenticidad de sus virtudes diaconales (de servicio), vividas heroicamente en la sencillez de su vida ordinaria, quedó sancionada por la sangre derramada en los momentos difíciles de la persecución. Y la Iglesia correspondió a su eminente servicialidad con el homenaje de su pronto y extenso culto. Éste queda testimoniado a lo largo y a lo ancho de la geografía cristiana: S. León Magno en Roma, S. Ambrosio en Milán, S. Isidoro en Sevilla y S. Agustín en África son testigos de la amplia difusión de su fama.
Sólo de S. Agustín se conservan seis sermones «in natali Vincenti Martyris» (en la festividad del mártir Vicente: PL 38,1252-68), siendo de 61 estas encomiásticas palabras: «¿Hasta dónde se extiende el Imperio romano o el cristianismo que no se celebre con gozo la festividad de S. VIcente?» (Sermón 276: PL 38,1257). Tres basílicas dedicadas a su culto en la Roma medieval atestiguan la popularidad de su nombre. Es también uno de los pocos mártires mencionadosen el Calendario de Polemio Silvio (CIL, 1, 2 ed., 259).
Por su parte el Librr Sacramentorum mozarabicus (ed. M. Ferotin, París 1912, 112-121) contiene una Misa en su honor. Su imagen, en actitud orante, con una gran tonsura, y revestido de la pérula, aparece en un fresco del s. VI-VII dentro del cementerio de Ponciano, en Roma.
Se celebra su fiesta el 22 de enero. Es honrado especialmente en Zaragoza, en Salona, Sagunto y Tolosa. Reliquias suyas se veneran en Carmona (Sevilla) y en algunas ciudades de África. Las fuentes principales para el estudio de la vida de S. VIcente son las Actas de su martirio, un himno del poeta español Aurelio Prudencio (Peristephanon, V), y los seis sermones panegíricos de S. Agustín, ya mencionados.
Las Actas o Passio que han llegado hasta nosotros son bastantes tardías y difieren probablemente de la Passio original (perdida), pero concuerdan en líneas generales con el himno de Prudencio y con los datos que aportan los sermones agustinianos.
F. MENDOZA RUIZ.
BIBL. : Passio Sancti Vincentii levitae, ed. D. Rulz BuENo, en Actas de los Mártires, BAC, Madrid 1962, 995-1017; I. BAUDOT, Dictionnaire d'hagiographie, París 1925, 646; z. GARCfA VILLADA, Historia Eclesiástica de España, I, Madrid 1929, 279-281; M. DE MAILÚ, Vincent d'Agen et Vincent de Saragosse, París 1949; L. DE LACGER, St. Vincent de Saragosse, «Rev. d'histoire de l'l?glise de France» 13 (1927), 307-59; T. MORAL, Vincenzo di Saragozza, en Bibl. Sanct. 12,1149-55.