Nacido en Francia, en Burdeos, tras haber recibido una extraordinaria formación literaria, ascendió muy pronto en la carrera política, siendo nombrado gobernador de Campania, en el sur de Italia. Allí se convirtió al cristianismo.
Se casó con Teresa, una bella y noble mujer de Barcelona, con quien tuvo un hijo, cuya muerte, a los pocos días, le sacudió interiormente, llevándole junto a su mujer a entregar toda su vida a Cristo y a los pobres, a quienes entregó todos sus bienes.
En Nola (Campania) junto a su mujer, con quien a partir de entonces vivió en castidad, fundó una comunidad de vida ascética y de acogida a los pobres. San Gregorio Magno escribe que en una ocasión se ofreció como prisionero en lugar del hijo de una viuda.
Consideraba que entregar todo a los pobres no era la cumbre de la conversión, sino el inicio, pues, como sucede con el atleta, el cristiano se despoja de sus vestidos para correr con más libertad su carrera en la vida cristiana.
En la comunidad creada por el santo, recordó el Papa, «la vida discurría en pobreza, oración y totalmente sumergida en la lectio divina. La Escritura leída, meditada, asimilada, era el rayo de luz a través del cual el santo de Nola escrutaba su alma en su búsqueda de la perfección».
A los pobres, Paulino no sólo les daba limosna: « les acogía como si fueran el mismo Cristo », explicó el Papa a los miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI.
«Les reservaba un ala del monasterio y, de este modo, no tenía la impresión de dar, sino de recibir, en el intercambio de dones entre la acogida ofrecida y la gratitud hecha oración de aquellos a quienes ayudaba».
«Llamaba a los pobres sus "dueños" y, al observar que se alojaban en el piso inferior, les decía que su oración desempeñaba la función de los cimientos de su casa».
Mantuvo amistad con muchos santos: de Martín de Tours a Jerónimo, de Ambrosio a Agustín, de Delfín de Burdeos a Niceto de Remesiana, de Vitricio de Rouen a Rufino de Aquileya, de Pamaquio a Sulpicio Severo...
Explicando su visión de la amistad, a san Agustín de Hipona, le escribía: «No hay que sorprenderse si nosotros, a pesar de la lejanía, estamos juntos y sin habernos conocido nos conocemos, pues somos miembros de un solo cuerpo, tenemos una sola cabeza, hemos quedado inundados por una sola gracia, vivimos de un solo pan, caminamos por un camino único, vivimos en la misma casa».
«Como puede verse, se trata de una bellísima descripción de lo que significa ser cristianos, ser Cuerpo de Cristo, vivir en la comunión de la Iglesia», explicó el Papa.
«El testimonio de san Paulino de Nola --concluyó-- nos ayuda a experimentar la Iglesia tal y como la presenta el Concilio Vaticano II: sacramento de la íntima unión con Dios y de este modo de la unidad de todos nosotros y por último de todo el género humano».
La catequesis del Papa continúa con su serie de meditaciones sobre las grandes figuras de los orígenes de la Iglesia.