San Pancracio es considerado como el santo de los adolescentes, de los afligidos por la pobreza, de la Fortuna y de los juegos de azar.
Pancracio (en latín, Pancratius; en griego, Άγιος Πανκράτιος; en italiano, San Pancrazio; en inglés, Saint Pancras) fue un ciudadano romano que se convirtió al cristianismo, y que fue decapitado en el año 304, con 14 años de edad. Su nombre en griego significa literalmente “el que lo sostiene todo”. Fue uno de los mártires de los primeros tiempos del cristianismo que más fama alcanzaron posteriormente.
Pese a lo inseguro de las noticias auténticas que sobre su vida y muerte se conservan, ha gozado durante siglos de un culto muy intenso y muy difundido.
Al haber sufrido el martirio apenas adolescente, su figura ha sido presentada como modelo de la fortaleza que da la fe, la cual, según la frase evangélica, obtiene de la boca de los niños una perfecta alabanza de Dios, sellada en el caso de Pancracio por el testimonio de su sangre.
La primera noticia que sobre Pancracio conocemos, es la basílica construida sobre su sepulcro hacia el año 500, en Roma. Unsiglo después, San Gregorio Magno predicó en ella una homilía con ocasión de su natalicio. Después son ya más frecuentes las noticias.
Había nacido Pancracio en una ciudad de Frigia, provincia romana del Asia Menor, y fue su padre un noble y hacendado señor, llamado Cleonio, pagano de recto corazón, que falleció cuando el niño tenía siete años.
Quedó éste sin otro familiar que un tío paterno, llamado Dionisio, a cuya tutela fue confiado.
Resultó Dionisio un excelente y ejemplar tutor, que administró y acrecentó admirablemente el vasto patrimonio del huérfano, y cuidó con diligente celo de su buena educación.
Le pareció que ésta resultaría más acabada en la capital del Imperio, donde, por otra parte, Pancracio tenía también grandes posesiones; y por esto, cuando el niño llegó a sus diez años, se trasladaron tío y sobrino a Roma. Allí se establecieron en un bello palacio y Pancracio prosiguió sus estudios.
Estamos en los finales del siglo III. Es emperador Diocleciano, el que decretó la décima y última persecución general contra el Cristianismo. Dionisio y Pancracio tienen a su servicio un criado cristiano, con todo y profesar ellos el culto a los dioses de la gentilidad. Como ambos merecen toda su confianza, el criado no se recata de manifestarles su fe religiosa.
Es hombre de singulares virtudes. Se propone convertir a sus buenos señores. Muy pronto logrará sus deseos, poniéndoles en relación con el Papa, nada menos, que vive oculto allí cerca. Pueden hablar reiteradamente con el Sumo Pontífice y embelesarse en la sabiduría de sus razonamientos; admiran su espíritu de caridad y la ejemplaridad de todas sus acciones.
Se enteran de las heroicas virtudes de los seguidores de Cristo y tienen oportunidad de conocer a algunos. Comienzan a conocer asimismo algunos dogmas y preceptos morales del Cristianismo; contrastan la nueva y lozana religión con la vieja y carcomida idolatría…
No se hicieron esperar los resultados. Tío y sobrino, anhelosos de verdad, determinaron abrazar la santa fe y pedir el Bautismo al Pontífice, San Cornelio (†253). Pocas semanas más tarde eran bautizados ambos en las catacumbas, asistiendo después al Santo Sacrificio y recibiendo la divina Eucaristía.
Terminada la Misa, contribuyeron a la colecta que se acostumbraba, cada uno con una espléndida ofrenda: la de todos sus bienes, rentas y riquezas, en favor de los pobres y de la comunidad cristiana.
Pancracio, al poco tiempo fue denunciado al mismo emperador, amigo, por cierto, en días remotos, de Cleonio, su padre. «El hijo de Cleonio de Frigia —le dijeron— se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas; además, blasfema horriblemente contra nuestros dioses”.
Diocleciano dispuso su detención y mandó que fuera conducido a su presencia. Largo fue, según parece, el diálogo entre el tirano y el jovencito; pero, no habiendo logrado ni con halagos ni con amenazas apartarle de la adoración de Jesucristo, ordenó, furioso, que se le decapitase.
Fue conducido a la Vía Aurelia para darle la pena capital. Llegado alpunto preciso del sacrificio, se arrodilló y levantó los ojos y las manos al cielo, dando gracias al Señor porque había llegado el ansiado momento.
Después le mandaron inclinar la cabeza, y el hacha del verdugo, con rudo golpe, la separó del cuerpo.
Quedó éste allí mismo, para que lo comieran los perros; pero, entrada la noche, una noble señora, llamada Octavila, lo hizo recoger, lo embalsamó con ricos aromas, lo amortajó con un lienzo precioso y cuidó de que fuese enterrado en un sepulcro nuevo, muy cerca del lugar del martirio.
Como se ve, el relato contiene graves anacronismos, pues, según él, Pancracio es bautizado por el papa San Cornelio (†253), mientras que muere en la persecución de Diocleciano cuando aún tenía unos 15 años (304).
El intento de corregir estos errores y hacer que la Pasión de San Pancracio resulte más verosímil, sería la causa de las varias versiones hoy existentes.
El Papa Vitaliano envió sus reliquias desde el cementerio de Calepodius en Roma a Inglaterra para evangelizar y para instalar en los altares. San Agustín de Canterbury dedicó la primera Iglesia de Inglaterra a San Pancracio.
Es titular de una Basílica romana. Aquí los que habían sido bautizados el Sábado de Gloria dejaban sus vestidos blancos en el domingo octava de la Resurrección (llamado Dominica in Albis).
Era un acto conclusivo de la Pascua. Sobre la tumba de San Pancracio renovaban el juramento de fidelidad a Jesucristo. Desde entonces ha sido un santo muy amado, protector de inocentes y de las víctimas del perjurio.
A partir del siglo VI, al difundirse sus reliquias, se extiende también su culto, haciéndose muy popular, y entrando su nombre en todos los martirologios.
En España no se conoció su Pasión durante el periodo visigótico, pero sí se leía su nombre en algunos calendarios mozárabes.
Es representado muy joven, casi niño, vestido con la túnica romana o con el traje militar, y con los atributos de mártir. Se celebra su fiesta el 12 de mayo. San Pancracio es considerado como el santo de los afligidos por la pobreza, de la Fortuna y de los juegos de azar.
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