León Magno, constantemente requerido por sus fieles y por el pueblo de Roma, así como por la comunión entre las diferentes Iglesias y por sus necesidades, apoyó y promovió incansablemente el primado romano, presentándose como un auténtico heredero del apóstol Pedro.
Así lo explicó a los más de siete mil peregrinos congregados en el Aula Pablo VI con motivo de la audiencia general, dedicada al Papa san León Magno (fallecido en el año 461), en la que continuó con la serie de catequesis en las que está presentado a los padres de la Iglesia.
Como no entraban en el aula todos los peregrinos, el Papa saludó a otros miles de fieles en la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde se encuentran precisamente los restos mortales de aquel pontífice.
Rememorando la figura del primer Papa que asumió el nombre de León, Benedicto XVI mostró «cómo el ejercicio del primado romano era necesario entonces, como lo es hoy, para servir eficazmente a la comunión, característica de la única Iglesia de Cristo».
Y el Papa Joseph Ratzinger lo mostró evocando el ministerio de su predecesor: «León Magno, constantemente requerido por sus fieles y por el pueblo de Roma, así como por la comunión entre las diferentes Iglesias y por sus necesidades, apoyó y promovió incansablemente el primado romano, presentándose como un auténtico heredero del apóstol Pedro».
«Los numerosos obispos, en buena parte orientales, reunidos en el Concilio de Calcedonia, demostraron que eran sumamente conscientes de esto», siguió explicando.
Celebrado en el año 451, con 350 obispos participantes, este Concilio se convirtió en la asamblea más importante celebrada hasta entonces en la historia de la Iglesia y culminó el proceso de los tres concilios precedentes con el que se formuló la naturaleza divina y humana de la Persona del Hijo de Dios.
El Papa envió una carta al obispo de Constantinopla sobre la naturaleza de Jesús, que al ser leída en la asamblea, fue acogida, según recordó el Papa, «por los obispos presentes con una aclamación elocuente, registrada en las actas del Concilio: "Pedro ha hablado por la boca de León", exclamaron unidos los padres conciliares».
Aquella intervención y otras pronunciadas durante la controversia sobre la naturaleza de Crito de aquellos años, «hace evidente que el Papa experimentaba con particular urgencia las responsabilidades del sucesor de Pedro».
Su papel, aclaró, «es único en la Iglesia». «Y el pontífice supo ejercer estas responsabilidades, tanto en Occidente como en Oriente, interviniendo en diferentes circunstancias con prudencia, firmeza y lucidez, a través de sus escritos y de sus legados».
León Magno ejercicio este ministerio estando cerca del pueblo y de los fieles «con la acción pastoral y la predicación», recordó el Papa.
En particular, explicó, «alentó la caridad en una Roma afectada por las carestías, por la llegada de refugiados, por las injusticias y la pobreza. Afrontó las supersticiones paganas y la acción de los grupos maniqueos».
Pero en particular, Benedicto XVI subrayó una de las grandes preocupaciones del Papa León: «Enlazó la liturgia a la vida cotidiana de los cristianos: por ejemplo, uniendo la práctica del ayuno con la caridad y con la limosna».
«León Magno enseñó a sus fieles --y sus palabras siguen siendo válidas para nosotros-- que la liturgia cristiana no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino la actualización de realidades invisibles que actúan en la vida de cada quien».
Esta fue la conclusión de la intervención: «Aprendamos, por tanto, con san León Magno a creer en Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, y a vivir esta fe cada día en la acción por la paz y en el amor al prójimo».
Palabras de Pedro en boca de San León Magno.