"Cuanto más se acerca una persona a Dios más se acerca a los hombres", concluyó Benedicto XVI el miércoles 20 junio 2007 al presentar la figura de san Atanasio, obispo de Alejandría, padre de la Iglesia.
«Quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos», aclaró al dirigirse a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI durante la semanal audiencia general.
El Papa continuó sus meditaciones sobre las figuras más destacadas de la Iglesia antigua presentando en este miércoles la vida de Atanasio, nacido hacia el año 300 y fallecido en el 373, quien en vida fue descrito como «la columna de la Iglesia» por el gran teólogo y obispo de Constantinopla, Gregorio Nazianceno.
Como él mismo constató, «no es casualidad, por tanto, que Gian Lorenzo Bernini colocara su estatua entre las de los cuatro santos doctores de la Iglesia oriental y occidental --Ambrosio, Juan Crisóstomo, y Agustín--, que en el maravilloso ábside de la Basílica vaticana rodean la Cátedra de san Pedro».
Atanasio dedicó su ministerio episcopal a proclamar la divinidad de Jesús, que era negada por los arrianos, seguidores de un presbítero de Alejandría, Arrio, (256-336), para quien Cristo había sido creado por Dios de la nada, y que por tanto el Hijo (el «Logos») era una criatura de Dios y no era Dios mismo.
El Concilio de Nicea (convocado en el año 325), en el que participó el joven Atanasio como colaborador de su obispo, dejó clara la divinidad de Cristo. Ahora bien, tras ser elegido obispo de Alejandría, Atanasio tuvo que enfrentarse a la expansión de esta herejía, ganándose «la implacable hostilidad de los arrianos y de los filo-arrianos».
«En cinco ocasiones, durante 30 años, entre 336 y 366, Atanasio se vio obligado a abandonar su ciudad, pasando 17 años en exilio y sufriendo por la fe», recordó el obispo de Roma.
«La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo, podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente “Dios con nosotros”», explicó.
Ahora bien, su «best seller», término literal utilizado por el Santo Padre, fue la «Vida de Antonio», es decir, la biografía de Antonio abad (251-356), fundador del movimiento eremítico en el desierto egipcio, de quien llegó a ser un gran amigo en sus años de exilio.
Esta obra, traducida muy pronto en numerosas lenguas, «contribuyó decisivamente a la difusión del monaquismo, en Oriente y en Occidente», reconoció.
Los santos, explica san Atanasio en la conclusión de este libro citado por Benedicto XVI, «aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todos los hombres, y así, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección».
A causa del calor que se ha apoderado de Roma en estos días, el Papa no pudo dirigir la audiencia general al aire libre en la plaza de San Pedro.
Saludó a los miles de peregrinos primero en la Basílica de San Pedro y después en el Aula Pablo VI.