Hacia el año 339 nació en Tréveris, donde su padre ejercía la prefectura de las Galias. Ambrosio nació en el seno de una familia aristocrática, que pertenecía a la gens Aurelia. Tras la muerte prematura del padre en el 354 se trasladó a Roma en compañía de su madre y sus hermanos. Recibió una esmerada educación humana y cristiana.
Consta que estudió retórica y ejerció la abogacía en la prefectura de Sirmio (Iliria). Siguiendo la carrera política en el 370 fue nombrado gobernador de la Liguria y de la Emilia, con residencia en Milán. Sus buenas cualidades como gobernante se pusieron de relieve, cuando fue designado obispo de Milán, a la muerte del obispo arriano Auxencio.
La elección se presentaba difícil porque la comunidad cristiana de Milán estaba dividida entre los arrianos y los católicos, y ya se habían originado algunos tumultos populares. Ambrosio tuvo que estar presente en el momento de la elección, en calidad de gobernador para apaciguar los ánimos. Lo que no sospechaba Ambrosio era que la elección recayó sobre él, cuando un niño gritó “Ambrosio obispo”, siendo aclamado, como tal, por partidarios de ambos bandos.
A todo esto San Ambrosio no era más que un simple catecúmeno. Fue bautizado y una semana después fue consagrado obispo, el 7 de diciembre del 374. Según nos cuenta su biógrafo Paulino “distribuyó todo el oro y la plata que poseía, pasó la propiedad de sus posesiones a la Iglesia, reservando el usufructo a su hermana, de suerte que nada quedó que pudiese decir suyo en esta tierra” (Paulino, Vita Ambrosii, 38).
La rapidez con que accedió al episcopado le lleva, de inmediato, a profundizar en su formación teológica. Como él mismo dice “…tuve que empezar a enseñar, antes de haber aprendido” (De off., I, 1, 4). Con la ayuda de un sacerdote erudito llamado Simpliciano alcanzará una excelente cualificación doctrinal, estudiando sistemáticamente la Biblia y a algunos Padres de la Iglesia, como Orígenes, S. Cipriano, S. Atanasio, Dídimo de Alejandría, los Capadocios y S. Cirilo de Jerusalén.
Como buen conocedor del griego también leyó a Filón y a Plotino. El estudio, unido a la incesante meditación de la Palabra de Dios, habría de ser la fuente de su actividad pastoral y de su predicación.
Como Milán era una ciudad residencial del emperador, Ambrosio tuvo ocasión de trabar amistad con los distintos emperadores coetáneos: Valentiniano I (364-375), Graciano (375-383), Valentiniano II (383-392) y Teodosio (379-395). Hay que precisar que esta cronología se vio alterada por circunstancias históricas diversas, como la proclamación del usurpador Máximo como emperador en 371, y la regencia de la emperatriz Justina, que era arriana, por la minoría de edad de Valentiniano II.
Aunque sus relaciones con la autoridad imperial eran buenas, sin embargo, tuvo que hacer frente a las intrigas de la emperatriz Justina para que cediera la basílica Porciana de Milán a los arrianos. La actitud firme de Ambrosio hizo fracasar el intento.
Se encerró con sus fieles en la basílica, dedicando gran parte del tiempo al canto de himnos litúrgicos. Apoyados en este hecho, algunos autores sitúan en ese momento el acta de nacimiento del canto ambrosiano (386). A pesar del acoso militar de la iglesia, prevaleció el buen criterio del santo Obispo de Milán, consiguiendo que se retiraran las fuerzas militares del entorno basilical.
Después de la derrota de Máximo y de la ascensión al poder imperial de Teodosio, se establece un buen clima de entendimiento entre el emperador y el Obispo milanés. De todas formas, estas buenas relaciones se deterioran bastante en 390 por el incidente de Tesalónica, que se inicia con la rebelión de la ciudad contra el emperador, matando al gobernador de la Iliria. Teodosio, en una primera reacción dominada por la ira, ordenó un castigo severo.
Una reconsideración posterior le llevó a revocar la orden anterior, pero la revocación llegó demasiado tarde, y una multitud reunida en el circo de Tesalónica fue pasada a cuchillo. Ambrosio juzgó que el emperador había cometido un pecado grave de homicidio y, en consecuencia, le escribió una carta invitándole a someterse a la penitencia eclesiástica. Teodosio aceptó la penitencia y vestido de penitente se presentó en la iglesia, manifestando públicamente su falta. Fue reconciliado con la Iglesia en la Navidad del 390.
Además de toda la actividad política religiosa que hemos descrito someramente. San Ambrosio desarrolló una intensa labor pastoral. Todos los días celebraba la eucaristía y tenía sus ratos de oración personal, incluso durante la noche. Además de las predicaciones homiléticas dominicales y festivas, en tiempos de preparación de los catecúmenos para la recepción del bautismo, predicaba diariamente.
De los efectos saludables de estas predicaciones nos ha llegado el testimonio de San Agustín, que nos narra cómo los sermones catecumenales de S. Ambrosio, con la interpretación alegórica del A. Testamento, le ayudaron a resolver las dudas que el maniqueísmo había dejado en su alma.
A todo esto hay que añadir la atención a los penitentes, a los pobres y encarcelados, así como la episcopalis audientia y las gestiones para conseguir un posible indulto para los condenados a muerte. Asombra no poco que, además de este trabajoingente, tuviera tiempo para escribir un considerable número de obras sobre temas pastorales y de espiritualidad, como la Exposición sobre el Evangelio de S. Lucas, los tratados Sobre las vírgenes, Sobre los sacramentos, etc., un copioso Epistolario, y un inspirado Himnario.
Murió el 4 de abril del año 397 y sus restos fueron colocados en la tumba de los mártires Gervasio y Protasio, cumpliendo así el deseo de S. Ambrosio, cuando el año 386 se encontraron los restos de estos mártires (Paulino, Vita, 14).
POR DOMINGO RAMOS LISSON primeroscristianos.com
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