“Creo que mis raptores llevaban tiempo espiándome, porque poseían mucha informaciónsobre mí y sobre mis feligreses”. El Padre Sergej, uno de los tres sacerdotes secuestrados entre julio y agosto en Ucrania, relata a Ayuda a la Iglesia Necesitada sus doce días de cautividad. El sacerdote greco-católico, perteneciente al Exarcado Arzobispal de Donetsk, fue secuestrado a finales de julio cuando conducía su coche.
“De un vehículo situado al lado del mío descendieron tres hombres del Ejército de la Nueva Rusia. Enseguida comprendí que iban a por mí. Me obligaron a subirme a su coche y luego me adormecieron con una esponja empapada en cloroformo”. Cuando el Padre Sergej se despertó, sus captores le explicaron cuál era su “culpa”, a saber, haber sido uno de los promotores de una jornada de oración por la paz y la unidad de Ucrania, para ellos, una oración contraria a la Nueva Rusia. “Si en 1942 alguno hubiera rezado por la Unión Soviética en Berlín, ¿qué habrían hecho los alemanes?”.
En varias ocasiones, los secuestradores amenazaron al sacerdote con fusilarlo. “Me decían que rezara porque aquel iba a ser mi último aliento”, relata, “y después disparaban al aire”. El Padre Sergej no fue torturado, pero estuvo privado de la insulina que necesita para mantener bajo control su diabetes. “Según pasaban los días, mi estado de salud empeoraba, por lo que les suplicaba que me facilitaran las medicinas que precisaba”.
Tras una semana en cautividad, se unió a los secuestradores un hombre con fuerte acento moscovita que, a diferencia de los otros raptores, que eran claramente de Donetsk, interrogó durante cuatro días sucesivos al sacerdote. “Este hombre tenía muchísima información sobre mí y conocía hasta los nombres de mis feligreses”. En el duodécimo día del secuestro, le pusieron una venda y lo subieron a un coche. Entonces estaba seguro de que ya le iban a ejecutar, pero tras un breve trayecto sus raptores lo abandonaron. Esperó unas horas para luego ponerse en marcha hasta llegar a un lugar seguro. “He vivido momentos dramáticos, pero siempre ha encontrado fuerzas en la oración”, recuerda. “Cuando me subía la presión debido a la falta de medicación, comenzaba a recitar el Rosario, y, como por milagro, mi corazón empezaba a latir más lentamente”.
El Padre Víctor, sacerdote católico de la Diócesis de Járkov-Zaporiyia, fue secuestrado en circunstancias similares. “Unos hombres de las milicias de la Nueva Rusia me pararon en un puesto de control”, relata a Ayuda a la Iglesia Necesitada, “y, después de estudiar mis documentos, me pidieron que los siguiera para un breve control. Lo cierto es que recuperé la libertad once días más tarde”. También él soportó numerosos interrogatorios y más de un simulacro de fusilamiento. Al principio, losseparatistas pensaban que el Padre Víctor era un espía porque proviene de Ucrania central.
Por el pequeño habitáculo de menos de doce metros cuadrados donde lo tuvieron preso pasaron también otros 50 rehenes a los cuales el Padre Víctor pudo ofrecer asistencia espiritual. El tercer sacerdote secuestrado, Padre Pavel, es un polaco residente en Kazajistán. Cuando locapturaron se encontraba en Ucrania para participar en la jornada de oración por la paz.
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