Sin embargo, cuando miramos las representaciones más antiguas de la Santa Madre, podemos inferir mucho sobre los principales rasgos de carácter que los artistas querían enfatizar —desde el amor maternal a la obediencia a Dios— y sobre los distintos estilos artísticos desarrollados por las comunidades cristianas durante los primeros nueve siglos del cristianismo.
Echa un vistazo a estas nueve primeras imágenes de Nuestra Señora:
Descubierta en los años 1920 por un equipo de arqueólogos de Yale, la iglesia de Dura-Europosen la Siria actual está considerada una de las primeras iglesias del cristianismo conocidas hasta ahora. El equipo pudo recuperar sus antiguas obras de arte, fechadas en los siglos II y III, incluyendo la imagen de una mujer inclinada sobre un pozo que durante mucho tiempo se consideró una representación de la mujer samaritana que habla con Jesús junto al pozo de Jacob, según se relata en Juan (4,1-42). Sin embargo, una teoría reciente propuesta por Michael Peppard, un profesor asociado de Teología en la Universidad de Fordham, ha rechazado esta interpretación con el argumento de que la pintura representa es en realidad la Anunciación, cuando el ángel Gabriel anunció a María que habría de concebir y dar a luz a Jesús.
Peppard señala que en las descripciones escritas de la Anunciación encontradas en biografías de María del siglo II, Gabriel se le acerca cuando está sacando agua de un pozo, como se muestra en la imagen de Dura-Europos y en línea con las imágenes de la escena de la era bizantina. Posteriores estudios de la imagen revelaron también detalles invisibles a simple vista, como dos líneas en dirección al torso de la mujer que sugieren una representación de la encarnación. En base a estas pruebas, la pintura de Dura-Europos puede considerarse el primer retrato conocido de la Santa Madre.
Esta imagen pintada en las paredes de las Catacumbas de Priscila, bajo la Via Salaria de Roma, en lo que solía ser una cantera, muestran a María amamantando a un bebé Jesús sentado en su regazo y mirando al espectador. La obra está fechada en el siglo III, cuando el cristianismo todavía era una práctica ilegal en el Imperio romano.
Los primeros cristianos se reunían en las catacumbas para enterrar a sus difuntos y rezar en las tumbas de los mártires, razón por la cual el arte de esta era puede contarnos mucho sobre los ideales y valores de las primerísimas comunidades cristianas. En este fresco, María es representada atendiendo al Niño Jesús, símbolo de su naturaleza protectora.
En los Evangelios no aparecen descripciones del aspecto de Jesús o de María, pero abundan descripciones de las acciones de madre e hijo. Una de las situaciones más populares en las representaciones de los primeros días del cristianismo fue la llegada de los Reyes Magos tras el nacimiento de Jesús.
Esta imagen, que se remonta al siglo III, representa a los Magos adorando al Niño Jesús en brazos de su madre María. Se utilizó para decorar un sarcófago que ahora se conserva en los Museos Vaticanos en Roma.
Uno de los iconos tradicionales bizantinos que emergieron durante el siglo V, cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial del Imperio romano, representa a la Santísima Madre como Salus Populi Romani, “Bienestar del Pueblo Romano” en latín.
Este icono, pintado en un panel de cedro, representa a María con un manto azul oscuro ribeteado de oro sobre una túnica morada, el vestido típico de las figuras de poder en la Roma del siglo V. La Virgen sostiene a Jesús Niño, que aparece con un libro en su mano izquierda, supuestamente el Evangelio. A diferencia de representaciones similares de esta escena en el siglo III, vemos que es María, en vez de Jesús, quien mira directamente al espectador.
Los historiadores del arte han debatido largo tiempo sobre la fecha precisa de este icono y el consenso está en que es un icono de la Antigüedad tardía del siglo V repintado durante el siglo XIII. Actualmente se conserva en la Capilla Paulina de la basílica de Santa María la Mayor en Roma.
El monasterio de Santa Catalina fue construido en la segunda mitad del siglo VI cerca del monte Sinaí y en la actualidad es el monasterio habitado ininterrumpidamente más antiguo del mundo. Entre su impresionante colección de manuscritos y obras de arte antiguas se encuentra una imagen de María y Cristo Niño rodeados de san Teodoro de Amasea, san Jorge y dos ángeles.
En esta obra, María está sentada en un trono, símbolo de poder, y los dos ángeles miran a un ser divino que parece acercarse desde los cielos por encima de la cabeza de la Virgen. El icono fue creado con la técnica encáustica —usando pigmentos vegetales que eran quemados con cera caliente y extendidos por superficies de madera—, típica de la elaboración de iconos del siglo VI.
También en el monasterio de Santa Catalina, este icono incáustico de la Natividad representa a María cuidando de Jesús recién nacido, en el centro de la composición, acompañados por el buey y la mula.
Los Reyes Magos llegan por la derecha, mientras que los ángeles y la estrella rondan por arriba. Bajo la escena central hay viñetas representando el aviso angelical a José (izquierda) y a asistentes al parto bañando al Cristo Niño.
El icono de “Panaghia Agiosoritissa”, también conocido como “Señora Defensora”, es uno de los pocos iconos que no presenta a María como madre. Aquí, la Virgen Madre aparece como “intermediaria” entre los humanos y Dios, capaz de rezar por su intercesión.
Este icono, que se conserva hoy en día en la iglesia de Santa María del Rosario, Monte Mario, Roma, fue creado en Constantinopla durante el siglo VII.
Antes de la invención de la imprenta (1439), las Sagradas Escrituras se reproducían usando papiro, cera y pergamino y con cubiertas metálicas o de algodón.
Esta cubierta de marfil de una copia del Codex Aureus of Lorsch, un Evangelio iluminado creado en la abadía de Lorsch, Alemania, entre el 778 y el 820, muestra una Virgen María entronada mirando directamente al espectador y con el Niño Jesús en su regazo. Actualmente se conserva en la Biblioteca Vaticana en Roma.
Este icono, que representa a María y al Niño mirando ambos al espectador, fue creado durante el siglo IX en Tiflis, Georgia.
Durante siglos ha sido una imagen venerada por los creyentes en este país de Europa del este, atrayendo a muchos peregrinos a su ubicación original. Hoy forma parte de la colección permanente del Museo de Arte de Georgia en la capital, Tiflis.