Fue un momento distendido dentro de una homilía que inició recordando las grandezas de María que recoge en sus últimos epígrafes la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II
Francisco estaba leyendo este párrafo de su homilía de la Asunción, durante la misa que celebró este jueves en Castelgandolfo: "María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario, tiene también esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices".
Entonces se interrumpió al llegar a "en especial el Rosario" y dijo: "Habéis oído bien: el Rosario, ¿eh?". Miró a los fieles presentes en el patio del palacio pontificio y les preguntó: "¿Vosotros rezáis el Rosario? ¿Todos los días?".
"Sííí...", respondieron los fieles. Aunque no debieron mostrar mucha convicción, porque Francisco les hizo reír: "Bueno, no sé... ¿Seguro?". Para terminar con un "Ecco [Vale]".
Fue un momento distendido dentro de una homilía que inició recordando las grandezas de María que recoge en sus últimos epígrafes la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, y desgranar su mensaje para la festividad en tres conceptos: lucha, resurrección y esperanza, de los que es modelo la Madre de Dios.
Lucha, "entre la mujer y el dragón". Resurrección, porque "ha estado completamente unida a Él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección. Cristo es la primicia de los resucitados, y María es la primicia de los redimidos, la primera de «aquellos que son de Cristo»". Y esperanza porque "es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor".
En torno a la esperanza, Francisco improvisó una reflexión: "No dejéis que os roben la esperanza, porque es un don de Dios que nos lleva adelante mirando siempre al cielo".