Una tradición, la de montar el pesebre, que se puede realizar de diferentes formas. Algunos optan únicamente por las figuras principales, es decir, las de San José, la Virgen María y el Niño Jesús junto al buey y la mula.
Pero la mayoría de los Pesebres incluyen otras figuras que se han ido pasando de generación en generación, como los Reyes Magos, los artesanos, la lavandera, el soldado romano, los pastores con sus ovejas... o el buey y la mula.
Todo parece indicar que es una tradición que se remonta a los inicios del 'belenismo' en el año 1223, cuando San Francisco de Asís creó la representación del nacimiento de Cristo. En aquel momento, de Asís se encontraba en el pueblo italiano de Greccio. Eran los últimos años de su vida. Su salud era delicada, falleciendo tan solo tres años más tarde, en 1226.
Al sospechar que su final en esta vida estaba cerca, San Francisco de Asís tuvo la idea de recrear el nacimiento del Mesías, haciendo partícipe de ello a los habitantes de Greccio y a los animales.
"Desearía provocar el recuerdo del niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y la mula", contaba de Asís, según relata su primer biógrafo, Thomas de Celano. Este es el motivo por el que el buey y la mula están siempre representados en el Pesebre.
Según revela la tradición, la mula representa al animal más humilde de la creación, mientras que el buey tiene la función calentar con su aliento la cuna de Jesús. Hay que recordar además que tanto el buey como la mula son los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia católica. La Iglesia precisa que las personas son buey y mula frente a lo eterno, buey y mula cuyos ojos se abren en la Nochebuena para reconocen a su Señor.
En su libro 'La Infancia de Jesús', el Papa Benedicto XVI recogía una cita de Isaías sobre ambos animales en el Portal de Belén.
“El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales.
Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: ‘el buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
En un primer momento y de manera errónea, muchos medios interpretaron que el Santo Padre estaba negando la existencia del buey y la mula en el pesebre, cuando no fue así.