Durante los siguientes tres años el arzobispo católico caldeo de Erbil, Mons. Bashar Matti Warda, fue uno de los pilares en su manutención y apoyo de la comunidad hasta que en octubre de 2016, las fuerzas iraquíes y sus aliados pudieron recuperar los territorios, y decenas de miles de cristianos desplazados regresaron a las ruinas que quedaban de sus ciudades natales. Otros decidieron quedarse en Erbil o emigrar del país. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) junto con las iglesias locales apoya enormemente la reconstrucción. Cinco años después de la invasión de Nínive, ACN entrevista a Mons. Bashar Matti Warda, testigo de primera fila de todos estos sucesos históricos, sobre las consecuencias para los cristianos en Iraq pero también para Oriente Medio y los países de Occidente.
Han sido cinco años de calvario. Mirando hacia atrás, ¿ha sacado alguna lección de todo lo que han sufrido?
Cuando a un pueblo no le queda nada que perder, en cierto sentido es muy liberador, y desde esta posición clara y de valor renovado ahora puedo hablar en nombre de mi pueblo y decir la verdad. Pero me gustaría aclarar que somos un pueblo que ha soportado la persecución con paciencia y fe durante 1.400 años y que ahora afronta una lucha existencial, nuestra batalla definitiva en Irak. La causa más inmediata es el ataque del Estado Islámico (EI), que ocasionó el desplazamiento de más de 125.000 cristianos de tierras históricas y que nos dejó, en una sola noche, sin refugio, sin trabajo ni propiedades, sin iglesias ni conventos, sin la posibilidad de participar en ninguna de las cosas normales de la vida que otorgan dignidad; visitas familiares, celebración de bodas y nacimientos, compartir penas. Nuestros opresores confiscaron nuestro presente mientras intentaban borrar nuestra historia y destruir nuestro futuro. Esta fue una situación excepcional, pero no aislada, que pasa a formar parte del ciclo recurrente de violencia en Oriente Próximo desde hace más de 1.400 años.
Así que, de hecho, ¿la invasión del EI solo fue la punta del iceberg?
Con cada ciclo sucesivo, el número de cristianos ha ido disminuyendo hasta el día de hoy, en el que corremos peligro de extinción. Se mire como se mire, la extinción se acerca, ¿y qué dirán cuando ocurra? ¿Que nos extinguimos por un desastre natural o por una lenta emigración? ¿Que los ataques del EI fueron inesperados y nos cogieron por sorpresa? Eso es lo que dirán los medios de comunicación. O acaso brotará la verdad después de nuestra desaparición: que fuimos eliminados de forma persistente y constante en el transcurso de 1.400 años por un sistema de creencias que permite ciclos regulares y recurrentes de violencia contra nosotros, como el genocidio otomano de 1916-1922.
Pero durante esos 1.400 años de opresión de los cristianos, ¿hubo períodos de tolerancia musulmana como alternativa a la violencia y la persecución?
No se puede negar la existencia de tiempos de relativa tolerancia. Bajo Al Rashid se fundó en Bagdad la Casa de la Sabiduría, la gran biblioteca. Hubo un tiempo de relativa prosperidad cuando se valoraba la erudición cristiana y judía, y el florecimiento de la ciencia, las matemáticas y la medicina fue posible gracias a los eruditos cristianos nestorianos que tradujeron textos griegos, ya antiguos en el siglo IX. Nuestros antepasados cristianos compartieron con los árabes musulmanes una profunda tradición de pensamiento y filosofía, y mantuvieron con ellos un diálogo respetuoso desde el siglo VIII. La Edad de Oro árabe, como ha señalado el historiador Philip Jenkins, se construyó sobre la base de la erudición caldea y siríaca. Erudición cristiana. La imposición de la ley de la sharía supuso la decadencia de un gran aprendizaje y el fin de la Edad de Oro de la cultura árabe. Se había desarrollado un estilo de diálogo escolástico que sólo pudo darse porque una sucesión de califas toleró a las minorías. A medida que terminó la tolerancia, también lo hizo la cultura y la riqueza que se originaron gracias a ella.
Entonces, ¿la tolerancia es la clave para el desarrollo de los pueblos?
Exactamente. Pero estos momentos de tolerancia han sido una experiencia unidireccional: los gobernantes islámicos deciden, según su propio juicio y capricho, si los cristianos y demás no musulmanes deben ser tolerados y en qué medida. No es ni nunca ha sido una cuestión de igualdad. Fundamentalmente, a los ojos del Islam, los cristianos no son iguales. No debemos ser tratados como iguales; sólo debemos ser tolerados o no tolerados, dependiendo de la intensidad del espíritu yihadista prevalente. Sí, la raíz de todo esto son las enseñanzas de la Yihad, que es la justificación de los actos de violencia.
Los cristianos iraquíes están regresando de nuevo a sus pueblos. ¿Está la situación mejorando? ¿Cómo es la vida de los cristianos y demás minorías?
Todavía hay grupos extremistas, cada vez más numerosos, que afirman que matar a cristianos y yazidíes ayuda a difundir el Islam. Al adherirse estrictamente a las enseñanzas coránicas, prescriben la condición de dhimmi (ciudadanía de segunda clase) a las minorías, permitiendo la confiscación de propiedades y la aplicación de la yicia, el impuesto islámico. Pero eso no es todo. Si ustedes fueran cristianos en Irak o en cualquier otro lugar de Oriente Próximo, nunca aceptarían ni por un momento la sombra bajo la que vivimos, y bajo la que hemos vivido durante siglos. Según la Constitución de mi país, somos ciudadanos de menor rango, vivimos a merced de los que se autoproclaman superiores a nosotros. Nuestra humanidad no nos da derechos.
En los países occidentales ustedes son iguales ante la ley. Este principio básico de la vida europea y americana es el fundamento del orden civil cristiano, en el que todos somos hijos de un Dios amoroso, creados a Su imagen y semejanza, lo cual nos confiere dignidad a todos y nos insta al respeto mutuo. La seguridad civil nace de una visión del mundo que valora a cada ser humano no por su posición o función, sino simplemente por el hecho de ser humano. Esta visión ha sido el gran regalo de la tradición judeo-cristiana. Reconstruir la sociedad civil significa reconstruirla para todos. Cada uno ocupa un lugar y cada uno tiene la oportunidad de prosperar.
La verdad es que hay una crisis fundacional dentro del propio Islam, y si esta crisis no se admite, no se aborda y no se arregla, entonces no puede haber un porvenir para la sociedad civil en Oriente Próximo, y, de hecho, en ningún lugar donde el Islam se imponga sobre una nación.
Algunos dicen que la brutalidad y la violencia del EI también han cambiado al mundo islámico. ¿Qué opina usted?
Claramente, el EI ha conmocionado la conciencia del mundo, y también ha conmocionado la conciencia del mundo de mayoría islámica. La cuestión ahora es si el Islam dará o no continuidad a una trayectoria política en la que la sharía es la base del derecho civil y donde casi todos los aspectos de la vida quedan circunscritos a la religión, o si se desarrollará un movimiento más cívico y tolerante.
La derrota del EI no se ha visto acompañada de la derrota de la idea del restablecimiento del Califato. Esta idea ha vuelto a resurgir y ahora está firmemente implantada en mentes de todo el mundo musulmán. Y con esta idea del Califato vienen todas las estructuras formales históricas de desigualdad y discriminación en relación con los no musulmanes. Y aquí no solo me refiero a Iraq. Vemos a líderes en otros países de Oriente Próximo que claramente están actuando de una manera coherente con el restablecimiento del Califato.
¿Cómo cree que reaccionará Occidente ante ello?
Esa es una pregunta crucial, y las minorías religiosas de Oriente Próximo querrían saber la respuesta. ¿Seguirán tolerando esta persecución organizada y sin fin contra nosotros? Cuando la próxima ola de violencia empiece a golpearnos, ¿alguien en sus universidades organizará manifestaciones y portará carteles que digan: “Todos somos cristianos”? Y sí, hablo de la “próxima ola de violencia” porque esta será simplemente el resultado natural de un sistema gobernante que predica la desigualdad y justifica la persecución. La ecuación no es complicada. A un grupo se le enseña que es superior y que tiene derecho a tratar a los demás como seres humanos inferiores sobre la base de su fe y sus prácticas religiosas. Esta enseñanza conduce inevitablemente a la violencia contra los “inferiores” que se niegan a cambiar de fe. Y ahí la tienen: la historia de los cristianos en Oriente Próximo durante los últimos 1.400 años.
Pero, ¿cuál sería la solución? ¿Cómo podemos construir un futuro mejor?
El cambio debe producirse como resultado de un trabajo consciente del propio mundo musulmán. Vemos pequeños comienzos de ello, quizás, en Egipto, en Jordania, en Asia, incluso en Arabia Saudí. Ciertamente, queda por ver si se trata de algo realmente sincero.
¿Tiene el Cristianismo en Oriente Próximo una misión profética?
El mío es un papel misionero: dar testimonio diario de las enseñanzas de Cristo, mostrar la verdad de Cristo y dar ejemplo vivo a nuestros vecinos musulmanes de un camino hacia un mundo de perdón, de humildad, de amor y de paz. Para que no haya confusión, no estoy hablando de conversión. Más bien estoy hablando de la verdad fundamental del perdón que los cristianos de Iraq podemos compartir, y que podemos compartir desde una posición de claridad moral históricamente única. Nosotros perdonamos a aquellos que nos asesinan, que nos torturan, que nos violan, que buscan destruir todo lo que tiene que ver con nosotros. Nosotros los perdonamos. En nombre de Cristo, los perdonamos. Y así les decimos a nuestros vecinos musulmanes: aprended esto de nosotros. Permitid que os ayudemos a sanar. Vuestras heridas son tan profundas como las nuestras. Nosotros lo sabemos. Rezamos por vuestra curación. Curemos juntos a nuestro herido y torturado país.
¿Y qué hay de nuestra sociedad secular de Occidente? En su opinión, ¿cuál es nuestra función?
Os pedimos que consideréis nuestra situación con veracidad, tal como es en realidad, no según interpretaciones de un relativismo histórico que disminuye, o más bien insulta, la realidad de nuestro sufrimiento, privándonos así incluso de la dignidad de nuestra perseverancia en la fe . El fin último de la lucha es comprender la naturaleza de la batalla que libran. Para ello, os tendréis que preguntar: ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir una sociedad moderada y decente sin la influencia de las instituciones cristianas? ¿Cuánto tiempo puede perdurar la tradición después de la muerte de la fe? ¿Cómo se llenará el vacío? Se ha pasado por alto el papel que las comunidades cristianas desempeñan o han desempeñado en las sociedades islámicas, así como que es una parte importante de la formación de la sociedad civil en la mayor parte del mundo. Y esto hay que destacarlo porque la situación en Iraq ha sido malinterpretada de manera lamentable por los mandatarios occidentales. No hay razón para creer que no malinterpretarán los mismos signos y presagios en sus propios países. ¿Creéis que estáis muy lejos del caos en Irak? Permitidme que os diga que solo estáis a seis horas de distancia.
Hablando de mandatarios ¿cuál debería ser el papel de los políticos?
Pedimos que unan esfuerzos para garantizar la igualdad de trato para todas las minorías en Irak y en otros lugares. También rezamos para que los políticos tengan la humildad de reconocer que sus teorías han sido casi universalmente erróneas, basadas como estaban en valoraciones fundamentalmente equivocadas acerca del pueblo iraquí y su situación. A causa de estas políticas equivocadas, diseñadas desde la comodidad y seguridad de la lejanía, y abordadas en los medios de comunicación como asuntos de discusión intelectual partidista, cientos de miles de personas inocentes han muerto. Un país entero ha sido destrozado y dejado a merced de los chacales. Todo este horror comenzó con la política, por lo que rogamos a aquellos de vosotros que continuáis teniendo acceso a la formulación de políticas para vuestro país, que recordéis a diario que vuestras valoraciones políticas y las de vuestros aliados tienen consecuencias de vida o muerte. Por favor, sed humildes y aseguraos de que realmente entendéis a la gente a la que estáis sentenciando. Entender lo que ha sucedido en Irak significa ser veraz acerca de la naturaleza y el propósito del orden civil cristiano. Significa ser sincero acerca de la naturaleza y el propósito de las leyes del Islam. Significa ser sincero acerca de lo que sucede cuando estos dos se juntan en un solo lugar. Entiendo que este es un tema incómodo para discutir desde la comodidad de un país pacífico, pero para los cristianos iraquíes este no es un asunto abstracto.
Quizá la más dolorosa pregunta: ¿Estamos ante el fin del Cristianismo en Irak?
Podría ser. Reconozcámoslo. En los años precedentes a 2003 llegamos a ser hasta un millón y medio de creyentes: el seis por ciento de la población iraquí. Hoy en día, tal vez solo quedemos 250.000, tal vez menos, y los que quedamos debemos estar preparados para el martirio.
Al final, todo el mundo se enfrenta a un momento de verdad. ¿Se permitirá que un pueblo pacífico e inocente sea perseguido y eliminado por su fe? Y, por no querer decirles la verdad a los perseguidores, ¿será el mundo cómplice de nuestra eliminación? El mundo debería entender que en nuestro camino hacia la extinción no vamos a continuar en silencio. A partir de ahora diremos la verdad y viviremos la verdad, abrazando plenamente nuestro testimonio y misión cristianos, para que, si algún día desaparecemos, nadie pueda decir: ¿cómo pudo ocurrir esto? Los cristianos somos un pueblo de esperanza. Pero el hecho de afrontar el final también nos aporta claridad, y con ello, el valor de decir finalmente la verdad. La esperanza de permanecer en nuestra antigua patria depende ahora de nuestra capacidad y la de nuestros opresores – y del mundo entero – de admitir estas verdades. La violencia y la discriminación contra los inocentes deben cesar. Aquellos que las predican deben detenerse. Los cristianos de Irak, que hemos afrontado 1.400 años de persecución, violencia y genocidio, estamos dispuestos a elevar la voz y a dar testimonio ante nuestros opresores y el mundo, independientemente de las consecuencias.