En el último encuentro de su primer día en Sri Lanka, Francisco se reúne con los representantes de las religiones. El líder de los musulmanes del país condena el terrorismo fundamentalista, recordando los atentados de París y Paquistán
ANDREA TORNIELLI
En la enorme sala del Centro de Congresos Bandaranaike Memorial International Conference Hall de Colombo, Francisco concluye la primera jornada de su viaje a Sri Lanka, con un notable retraso con respecto al programa. El encuentro con Maithripala Sirisena (que fue no en el palacio presidencial, sino en el palacio del secretario de la presidencia) duró más de lo previsto. Acogieron al Papa exponentes de las cuatro mayores comunidades religiosas del país, parte integral de la vida de Sri Lanka: el budismo, el hinduismo, el islam y el cristianismo. Francisco fue saludado tanto por los budistas como por los hinduistas, que entonaban cantos rituales. El representante del hinduismo, al final de su saludo, puso sobre los hombros del Papa un manto de color naranja.
El 70 % de la población es budista, el 12,6 % es hindú, alrededor del 10% es musulmana y el 7,4 % es cristiana (sobre todo católica). El país vivió un cuarto de siglo la tragedia de la guerra civil, en la que se enfrentaban las autoridades gubernamentales con los tamiles, que viven en el norte de la isla. Un conflicto de causas más políticas que religiosas. Pero, con el final de la guerra civil explotó la intolerancia religiosa por parte de las tendencias más radicales que identifican a la nación con el budismo, discriminando e incluso usando la violencia en contra de los que pertenecen a otras religiones, como los musulmanes y los cristianos, considerados «enemigos».
Francisco tiene bien presente esta situación. Antes que nada recordó en su discurso «el profundo y permanente respeto por las demás religiones», declarado por el Concilio Vaticano II, un respeto que «no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero». Y garantizó que la Iglesia católica quiere colaborar por el bien de Sri Lanka.
«Como demuestra la experiencia –explicó el Papa–, para que este diálogo y encuentro sea eficaz, debe basarse en una presentación completa y franca de nuestras respectivas convicciones. Ciertamente, ese diálogo pondrá de relieve la variedad de nuestras creencias, tradiciones y prácticas. Pero si somos honestos en la presentación de nuestras convicciones, seremos capaces de ver con más claridad lo que tenemos en común. Se abrirán nuevos caminos para el mutuo aprecio, la cooperación y, ciertamente, la amistad».
«Durante muchos años –afirmó el Pontífice–, los hombres y mujeres de este país han sido víctimas de conflictos civiles y violencia. Lo que se necesita ahora es la recuperación y la unidad, no nuevos enfrentamientos y divisiones». Promover esta recuperación y esta unidad «es una noble tarea que incumbe a todos los que se interesan por el bien de la nación y, en el fondo, por toda la familia humana». Una vez más, Papa Bergoglio indica que la vía de la colaboración y la ayuda a los más necesitados son la vía para el diálogo interreligioso. «Cuántas son las necesidades que hay que atender con el bálsamo curativo de la solidaridad fraterna –recordó. Pienso particularmente en las necesidades materiales y espirituales de los pobres, de los indigentes, de cuantos anhelan una palabra de consuelo y esperanza. Pienso también en tantas familias que siguen llorando la pérdida de sus seres queridos».
«Por el bien de la paz –concluyó Francisco– nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean utilizadas para justificar la violencia y la guerra. Tenemos que exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan».Una enseñanza compartida por el líder representante de los musulamnes cingaleses, Ash-Sheikh Fazil, quien en su discurso de saludo al Papa condenó los atentados de París y los últimos ataques en Paquistán.