El Papa Francisco comenzó su catequesis sobre el papel de los ancianos en la familia y en la sociedad recordando, en primer lugar, que habla con conocimiento de causa.
"Cuando estuve en Filipinas, los filipinos, los habitantes de Filipinas, el pueblo filipino, me saludaba diciendo 'Lolo Kiko', es decir, 'abuelo Francisco'.”.
El Papa reconoció que la ancianidad es una nueva etapa que puede ser difícil, que tiene retos, también espirituales, pero no por ello menos importante. Dijo que "no es el momento de tirar los remos”, sino de ser creativos.
"Nosotros, los ancianos, podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decir a los jóvenes que tienen miedo que la angustia por el futuro puede ser vencida. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de ellos mismos que hay más alegría en el dar que en el recibir”.
El Papa dijo con tristeza que hay ancianos cínicos que hasta "desprecian a los jóvenes” porque han perdido de vista lo que vale su testimonio, su experiencia para los nietos. Su palabra es muy valiosa para ellos.
"Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela mi dejó por escrito el día de mi ordenación sacerdotal todavía las llevo conmigo en el breviario”.
Francisco concluyó su catequesis con una profunda reflexión: "Cómo quisiera una Iglesia que desafía a la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre jóvenes y ancianos”.
Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está centrada en la importancia que los abuelos tienen en la familia y en la sociedad.
Ciertamente, se trata de una etapa especial de la vida y, hasta cierto punto, novedosa, también para la espiritualidad cristiana. Pero el Señor nos llama a seguirlo en todos los momentos y circunstancias. Las personas mayores también tienen una misión que cumplir y una gracia especial para llevarla a cabo.
El Evangelio de Lucas nos habla de los ancianos Simeón y Ana, que estaban en el Templo de Jerusalén, siempre atentos en espera de la venida del Mesías. Y, cuando lo reconocieron en el Niño Jesús, recibieron nuevas fuerzas para bendecir a Dios con un hermoso cántico de alabanza y anunciar la liberación a todo el pueblo.
Como ellos, los abuelos de hoy están llamados a formar un coro permanente en el gran santuario espiritual de nuestro mundo, a sostener con su oración e infundir ánimo con su testimonio a cuantos luchan en el campo de la vida.
La plegaria de los mayores es un gran don para la Iglesia; y sus palabras, una inyección de sabiduría para la sociedad, muchas veces ocupada en mil cosas y distraída de lo esencial.
El corazón de los abuelos, libre de resentimientos pasados y de egoísmos presentes, tiene un atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo firme en su fe y sentido para su vida.
Saludo a los peregrinos de lengua española venidos de España, Puerto Rico, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Queridos hermanos, cuánto me gustaría que la Iglesia pudiera superar la cultura del descarte, promoviendo el reencuentro gozoso y la acogida mutua de las distintas generaciones. Recemos todos por esta intención. Gracias.