"Hoy sois vosotros la esperanza de nuestra Iglesia, que tiene dos mil años: siendo jóvenes en la fe, debéis ser como los primeros cristianos e irradiar entusiasmo y valentía, con generosa entrega a Dios y al prójimo; en una palabra, debéis tomar el camino de la santidad.
Sólo de esta manera podréis ser signos de Dios en el mundo y revivir en vuestros países la epopeya misionera de la Iglesia primitiva. Y seréis también fermento de espíritu misionero para las Iglesias más antiguas."
(JUAN PABLO II, Redemptoris Missio, 91)
Cambiaron el rumbo de la historia, lo dieron la vuelta, lo hicieron girar justamente en la dirección contraria en la que iba. Y, como dice San Agustín, los que eran los despreciados, los perdedores, los vencidos, acabaron siendo los vencedores.
Vivir la vida de los primeros cristianos es una protesta –serena protesta-, ante el sin sentido de un cristianismo sin vibración, y sin onda expansiva.
(SAN PEDRO POVEDA, Vivir como los primeros cristianos, Narcea, 2003, pag. 8)
(Siendo ciudadanos normales , se toman en serio su santidad. Lo que marca la diferencia en los cristianos de los primeros siglos es la radicalidad de su decisión de entrega, sin diferenciarse exteriormente de sus coetáneos…)
Pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime del Bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos.
(SAN JOSEMARÍA, Conversaciones, 24)
"Se nos dice que la certeza, la confianza y la valentía en el hablar no son cristianas. ¿Es ésta una argumentación honrada? ¿Es un juicio derivado de hechos? ¿Fue confianza o duda, celo o frialdad, decisión o irresolución, lo que distinguió a los mártires en los tiempos primeros de la Iglesia? La religión de Cristo no se propagó mediante argumentos filosóficos, sino por impulso de la fe y el amor.
Mirad a los primeros mártires. Eran muchachos, doncellas, soldados y esclavos corrientes; una multitud de gente joven y tozuda, que habría vivido para hacerse prudente, de no haberse empeñado primero en morir; eran cristianos que rasgaban manifiestos imperiales, desafiaban a sus jueces, no descansaban hasta encontrarse en la jaula de un león, y si eran expulsados de una ciudad comenzaban a predicar en otra.
Esto decía el mundo ciego sobre aquellos que contemplaban al Dios invisible. Era, en efecto, la visión espiritual de Dios lo que originaba su singular comportamiento."
(John Henry Newman, Discursos sobre la fe, Ediciones Rialp, 2000, pag. 188)
"Puesto que la mayoría se comprometen con la virginidad aún jóvenes y con la mente inmadura, lo más apropiado para ellos sería ante todo el buscar un buen guía y maestro para este camino, no fuera que por la ignorancia que tienen se metieran por senderos equivocados que les desvíen del recto camino. “Dos valen más que uno”, dice el Eclesiastés (4,9). El que está sólo es fácil de vencer por el enemigo emboscado junto a las rutas diciembre divinas. "
(SAN GREGORIO DE NISA, Sobre la Virginidad, 23, 3)
Y del mismo modo que hay muchas persecuciones, así también hay muchos martirios. Todos los días eres testigo de Cristo.Eres mártir de Cristo si sufriste la tentación del espíritu de lujuria, pero, temeroso del futuro juicio de Cristo, no pensaste en profanar la pureza del alma y del cuerpo.
Eres mártir de Cristo si fuiste tentado por el espíritu de la avaricia para apoderarte de los bienes de los inferiores o no respetar los derechos de las viudas indefensas, pero juzgaste que era mejor alcanzar la riqueza por la contemplación de los preceptos divinos, que cometer la injusticia…
Eres mártir de Cristo si fuiste tentado por el espíritu de soberbia, pero viendo al débil y desvalido, te compadeciste con piadoso espíritu, y amaste la humildad más que la arrogancia. Y aún más si diste testimonio no sólo de palabra, sino también con obras. (…) Porque es testigo aquél que, haciéndose fiador con sus hechos, confiesa a Cristo Jesús. ¡Cuántos, todos los días, son mártires de Cristo en oculto, y confiesan al Señor Jesús con sus obras!
(SAN AMBROSIO, Exposición sobre el Salmo 118,20-51)
Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)