Sin embargo, el fin de la guerra no devolvió la paz a la Iglesia en Polonia, sino que la persecución continuó por parte del partido comunista. El cardenal Wyszynski fue encarcelado en 1953, y, posteriormente, puesto bajo arresto domiciliario.
El film se centra precisamente en esta etapa de la vida del protagonista, con un comienzo estremecedor: la brutal tortura del partido comunista al obispo polaco Antoni Baraniak, quien tuvo una estrecha relación tanto con el cardenal Wyszynski como con el futuro Juan Pablo II.
Sin embargo, el desarrollo de la película no se detiene en estos episodios violentos, sino en las tensas relaciones entre Wyszynski y el gobierno, que busca que el Primado use su influencia para que el pueblo polaco vote en las elecciones. Mientras tanto, el cardenal es objeto de una vigilancia constante.
Espiado mediante micrófonos en su lugar de residencia, los tentáculos del partido llegan hasta a sus colaboradores más cercanos, con lo que necesitará toda su pericia e inteligencia para llevar adelante las relaciones con el gobierno, sin dejar que el partido se infiltre en la Iglesia, pero buscando al mismo tiempo un equilibrio para que el pueblo polaco no sufra represiones ni se vea limitada la libertad religiosa.
De telón de fondo, asistimos al progreso de un joven Karol Wojtyla hasta su elección como Papa, las violentas represiones a las manifestaciones de los trabajadores contra el gobierno comunista en Gdansk y Gdynia y la celebración de los mil años del bautismo de Polonia, aniversario que el gobierno pretende eclipsar mediante unos actos paralelos de carácter político y ateo.
El desarrollo de la historia mantiene el interés en todo momento, con un actor protagonista que aborda su papel con sobriedad y excelencia.
Wyszynski fue beatificado recientemente, el 12 de septiembre de 2021. Aunque por razones lógicas ha sido eclipsado por la figura de san Juan Pablo II, esta película es un magnífico homenaje a su importante legado.
De hecho, Juan Pablo II se dirigió a él, tras ser elegido Papa, con estas palabras:
“No habría ningún Papa polaco […] si no fuera por tu fe, que no retrocedió ante la prisión y el sufrimiento”.