En el primer aniversario de su éxodo, los cristianos esperan a que les certifiquen como refugiados ante Naciones Unidas para emigrar a buscarse la vida en Occidente.
«Fue horrible, huimos al atardecer... todavía puedo ver el horror en los rostros de las personas, pensaban que Estado Islámico les mataría». Son palabras de uno de los más de 120.000 refugiados cristianos que dejaron el norte de Irak, ante el avance yihadista por el país, incluyendo la ciudad iraquí con mayor población cristiana.
En el primer aniversario del éxodo cristiano de Oriente Medio, Rami es un joven cristiano iraquí cuyo destino es compartido por todos aquellos con su misma fe, entrevistados por Oliver Maksan, de «Ayuda a la Iglesia Necesitada».
Entonces con 21 años, Rami tuvo que dejar Mosul, su ciudad de origen, cuando en enero de 2014 la situación se volvió insostenible, «los yihadistas secuestraban cristianos, temíamos por nuestras vidas».
Como el resto de cristianos en el norte de Irak, su familia y él partieron a Qalaqosh, la ciudad con mayor población cristiana del país. Pero como ha comprobado Maksan a través de sus entrevistas, este oasis cristiano en un mar islamista no tardó en caer. En agosto del mismo año los cientos de miles de cristianos abandonaron la ciudad a toda prisa, al ver que los kurdos, la última línea de defensa entre ellos y los islamistas, se retiraban ante el avance imparable de Estado Islámico.
Hoy Erbil, "la capital de los territorios autónomos de los kurdos" al norte de Irak, se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de refugiados cristianos de Oriente medio. Allí, Rami es uno más de los 120.000 refugiados perseguidos por su religión, viviendo en una de los carpas humanitarias como la del "Mar Elia-Centre", financiado por "Ayuda a la Iglesia Necesitada".
Según fuentes de esta organización cristiana de carácter humanitario, a pesar de haber recaudado más de 7 millones de euros para alojamiento y mantenimiento de los refugiados, la situación es insostenible.
En el primer aniversario de su éxodo, los cristianos esperan a que les certifiquen como refugiados ante Naciones Unidas para emigrar a buscarse la vida en Occidente, un proceso que puede durar hasta tres años, mientras les llegan imágenes de yihadistas decapitando a unos kilómetros a todo aquel que, como ellos, difieren de su doctrina radical.