Él es verdaderamente ''rico de misericordia'' y la difunde con abundancia sobre aquellos que recurren a Él con corazón sincero''.
Fueron las palabras del Papa en la homilía de la celebración penitencial en la basílica de San Pedro en la tarde del viernes. ''La transformación del corazón que nos lleva a confesar nuestros pecados -continuó- es ?don de Dios?: nosotros solos no podemos. Poder confesar nuestros pecados es un don de Dios, es un regalo, es ?obra suya?....Al salir del confesionario, sentiremos su fuerza que restaura la vida y devuelve el entusiasmo de la fe. Después de la confesión renacemos''.
''La llamada de Jesús ? afirmó- nos empuja a cada uno a no detenernos nunca en la superficie de las cosas, sobre todo cuando tenemos de frente una persona. Estamos llamados a mirar más allá, a ''apostar por el corazón'' para ver de cuánta generosidad cada uno es capaz. Ninguno puede ser excluido de la misericordia de Dios. Todos conocen el camino para llegar allí y la Iglesia es la casa que a todos acoge y a ninguno rechaza. Sus puertas están abiertas de par en par, para que los tocados por la gracia puedan encontrar la certeza de su perdón. Cuanto más grande es el pecado, más grande debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten''.
Francisco reveló que había pensado frecuentemente en cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser testigo de su misericordia. ''Es un camino -dijo- que inicia con una conversión espiritual. Y tenemos que recorrer este camino. Por eso, he decidido convocar un Jubileo extraordinario cuyo centro sea la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: ''Sed misericordiosos como el Padre''. Y esto vale especialmente para los confesores.. ¡Tanta misericordia!''.
''Estoy convencido -terminó -de que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, encontrará en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a consolar a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este año desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que nos mire y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año, para recibir la indulgencia de Dios, para recibir la misericordia de Dios''.