Dijo que tiene que ser presente pero no controlador, que, en ocasiones, tiene que aprender a tener paciencia y esperar y que se fijen en el ejemplo del padre de la parábola del hijo pródigo.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera referirme al aspecto positivo y decisivo de la figura del padre. Toda familia necesita un padre. Un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida. Esto será la mejor herencia que podrá transmitir al hijo, y se sentirá henchido de gozo cuando vea que la ha recibido y aprovechado.
Por eso trata de enseñarle lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Todo ello con cercanía, con dulzura y con una firmeza que no humilla. Para ser un buen padre, lo primero es estar presente en la familia, compartir los gozos y las penas con la mujer, acompañar a los chicos a medida que van creciendo. La parábola evangélica del hijo pródigo nos muestra al padre que espera a la puerta de casa el retorno del hijo. Sabe esperar, sabe perdonar, sabe corregir.
También hoy los hijos, al volver a casa con sus fracasos, necesitan a un padre que los espera, los protege, los anima y los enseña cómo seguir por el buen camino. A veces tienen que castigarlos per nunca le darán una bofetada en la cara. Muchas veces no lo admitirán, pero lo necesitan. Como todos necesitamos acudir al único padre bueno, como dice el Evangelio (cf. Mc 10,18), el Padre nuestro que está en los cielos.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que nunca falte en las familias la presencia de un buen padre, que sea mediador y custodio de la fe en la bondad, la justicia y la protección de Dios, como san José. Muchas gracias.