El Padre Luis Montes es un misionero argentino del Instituto del verbo Encarnado. Lleva 20 años en Oriente Medio y actualmente está en Irak, al lado de los que más sufren. Durante la semana del 6 al 12 de febrero, de la mano de Ayuda a la Iglesia Necesitada, estuvo en distintas ciudades de España presentando el informe de Iglesia perseguida que esta ONG elaboracada dos años. Tras la rueda de prensa que ofreció a los medios, el equipo de www.primeroscristianos.com pudimos entrevistarle.
En general la información que llega de Medio Oriente a Europa llega a cuentagotas y tergiversada. Hay demasiados intereses de gente poderosa para desestabilizar esa zona. Pasó, por ejemplo, con el tema de Irak: invadieron el país con la excusa de las armas de destrucción masiva, que nunca encontraron, ya que no existían. Y lo mismo se está haciendo ahora en Siria. Han apoyado a grupos terroristas llamándolos rebeldes moderados por una cuestión simplemente política, para oponerse a Irán, que es aliado de Siria, y para favorecer a Arabia Saudita. Es una cuestión de geopolítica.
El Papa Francisco ha dicho más de una vez: “¡Cuántas de estas guerras serán por el tema de venta de armas, por el petróleo, por la búsqueda de poder!”. Para eso se utilizan a estos grupos terroristas, como peones, como carne de cañón. No obstante estos terroristas son gente enferma, degenerados que utilizan la religión para sus fines. Pero la gente que está detrás en Occidente, con chaqueta y corbata, lo hace por intereses económicos, de poder, etc.
Entonces, las noticias son filtradas por esos intereses. Lo que nosotros vemos no es lo que la gente cuenta en los medios. En Siria, por ejemplo se hablaba de la Primavera Árabe. “Jóvenes sirios pacíficos quieren democracia”. Eso no tiene ni un gramo de verdad, porque muy pocos querían un poco más de libertad. La Primavera Árabe fue desde el principio algo extranjero en Siria. Los sirios nos decían: “ha llegado gente que no habla nuestro árabe, o que ni siquiera habla árabe. Son extranjeros, de Afganistán, de Pakistán, de Arabia Saudita, de Libia, de Turquía…” Algunos de esos pueblos ni siquiera son árabes, como los turcos. ¿Y qué ocurre? Se cometían masacres desde el principio y eran ocultadas. La gente, por ejemplo en Alepo, preocupada por como estaba la situación, salió a hacer manifestaciones multitudinarias para apoyar al presidente, mientras que en los canales de Europa las pasaban como manifestaciones contra el presidente. La gente decía: “nosotros queríamos algo y nos utilizaban para lo contrario”.
Por tanto, no hay información de lo que está pasando realmente allá, no se sabe bien.
Lo que nosotros vemos es que a pesar de un enorme sufrimiento que tienen –porque realmente sufren mucho por familiares perdidos, porque lo han tenido que abandonar todo, porque se han quedado sin casa, porque están viviendo de la caridad de otra gente, porque están sin poder trabajar, porque no saben lo que va a pasar con sus hijos…– ellos han encontrado fuerza en la fe y en la unión a Dios.Ciertas veces nos dicen que incluso son más felices que antes.
Hay una frase que yo siempre digo –y parece una exageración, pero no lo es–: muchas veces en los campos de refugiados veo sonrisas de alegría que no veo en las ciudades de Occidente. Ellos han perdido todo pero tienen a Dios. Entonces tienen una paz que no se consigue acá. Una paz que no pueden dar las cosas materiales. Además conozco gente agradecida porque perdió todo y ahora se puede preocupar de lo verdaderamente importante. Por supuesto, los mundanos rechazan este argumento. He visto gente enojada que me dice que eso no puede ser. Yo digo: “podrá ser o no, ustedes vayan y véanlo”. Vayan y vean cómo viven con felicidad, con paz… y eso incluso dentro del sufrimiento, que es real.
Entonces lo que nosotros encontramos allá es gente con un temple maravilloso, que han sabido responder a la gracia de Dios y que han demostrado una entereza que no se ve en otros lados. Como la alegría que da, por ejemplo, poder perdonar completamente al que me ha hecho daño. El no poder perdonar, que nos pasa tantísimas veces a nosotros, nos trae infelicidad. Yo le pongo el caso que para mí es el más fuerte en este sentido.
Ustedes sabrán que hace pocos años el Estado Islámico decapitó a 21 coptos egipcios en las playas de Libia. Hicieron un vídeo mientras los ejecutaban. La mamá de dos de esos jóvenes, que eran hermanos, vio como sus hijos eran degollados delante de las cámaras. Y cuando le preguntaron qué haría si viese por la calle a los terroristas que mataron a sus hijos, respondió: “los invitaría a tomar un café, porque han introducido a mis hijos en el Reino de los Cielos”.
Esa mujer vive en paz. No tener la capacidad de perdonar es una desgracia, porque nos deja infelices. Eso ellos lo tiene (los cristianos). Y en eso son un ejemplo increíble. Pensemos en nosotros, en lo que nos cuesta perdonar cada vez que alguien nos hace una trastada que no nos gusta. Y a veces perdonamos, pero pasan años y seguimos con cierto resentimiento. Eso a nosotros nos trae infelicidad, mientras que la mayoría de ellos logran perdonar de todo corazón.
¿Quién es entonces el verdaderamente libre?, ¿yo que no puedo perdonar o esa señora que aceptó esa desgracia y pudo perdonar de todo corazón a los asesinos? Ella es la heroína, no yo. Ella es la que tiene fuerza de voluntad, ella es la que es inteligente, aunque no tenga mucha formación. Ella es la que hace lo que tiene que hacer. En definitiva, es la que mejor imita a Jesucristo, que perdonó desde la Cruz a aquello que le crucificaban, y desde allí nos trajo la Salvación.
Por eso, los verdaderos actores no son los asesinos. Ellos son unos pobres desgraciados esclavos de sus pasiones, esclavos de sus ideologías. Los cristianos perseguidos son los verdaderos protagonistas.
La atacan, por empezar, los que no aceptan al otro, los que son integristas. En el caso del Islam es muy marcado, porque son muchos… pero la atacan también aquellos que, sin importarles o no lo que los demás piensan, utilizan a esta gente para sus propios beneficios. Y no tienen problema en alentar y financiar a gente integrista, a gente que va a matar al otro por pensar distinto, con tal de poder conseguir un poco más de poder o un poco más de plata. Y los dos tienen una gran culpabilidad.
En mi caso, lo que yo veo en Medio Oriente, son ambas cosas. El terrorista que grita “Alá es grande” y mata; y el funcionario que a miles de kilómetros de distancia decide una guerra basada en mentiras, diciendo que lo hace por el bien del pueblo, por el bien de la gente, para librarles de la tiranía. Eso es todo una mentira. Y por eso es tan triste para nosotros ver cómo en ese ataque a los cristianos y a personas de otras confesiones se unen tanto el fanático religioso como aquel que no cree en nada y solo le importa el bienestar en esta tierra.
Hay una frase que muestra la grandeza especial de la cristiandad primitiva. La gente decía “ved cómo se aman”.
Si hubiese realmente caridad, no habría guerras. Se viviría en paz. Por ejemplo, el evangelio dice que los fariseos entregaron a Cristo a Pilatos porque le tenían envidia. Ese tipo de actitudes –la envidia, el egoísmo, el odio…– son problemas de falta de caridad.
Si se pudiera decir de nosotros “ved cómo se aman”, podrían transformar el mundo como la comunidad primitiva pudo transformar el mundo.
¿Quiénes eran los que convirtieron Europa y el mundo entero? Doce personas con poca cultura, que encima no se habían mostrado especialmente valientes, ya que habían abandonado y traicionado a Cristo. Pero ellos cambiaron el mundo.
Pues nosotros podemos hacer lo mismo. Nosotros tenemos que aprender de ellos eso: “ved cómo se aman”. Tenemos que olvidarnos de nosotros mismos para pensar en los demás. Porque la vida humana no tiene sentido si no es la entrega al otro.
La Santísima Trinidad es una comunidad de amor, de entrega. Dios hace más, crea el mundo sólo para hacernos partícipes de su felicidad. Sin ganar nada, pues no nos necesita para nada ni sumamos nada. Entonces nosotros estamos invitados a hacer lo mismo. Eso lo entendió la comunidad primitiva y lo entienden los cristianos perseguidos.
Otra característica de la comunidad primitiva: estaban reunidos en torno a la Virgen. Ver la devoción a la Virgen que tiene los cristianos perseguidos es conmovedor. Uno de los puntos que les da fuerza es su devoción a María. Para ellos, no es alguien lejano, sino que está con ellos, a su lado. A ella le hablan como lo que es: un ser vivo, una persona, una madre que se ocupa de ellos.
Eso es lo que podemos aprender de la comunidad primitiva: la caridad. No tener miedo a profesar la fe lo tenemos que aprender de la comunidad primitiva y de los cristianos perseguidos. Es decir, los cristianos perseguidos se están acercando mucho a la comunidad primitiva. Somos nosotros los que estamos más lejos. En un mundo donde no hay entrega, en un mundo donde hay egoísmo, en un mundo en el que no se entiende que uno cuando se entrega tiene que hacerlo por completo. En un mundo en el que se separan los matrimonios porque son incapaces de hacer más por el otro. En mundo en el que todo avanza más rápidamente y que se cree más perfecto porque tiene más avances materiales, como si en esoestuviese la perfección del ser humano. Los avances materiales son muy buenos, pero no son la perfección del ser humano.
Muchas gracias, que Dios les bendiga a todos.
José Manuel Navarro y Nacho Laguía
Fotos cedidas por AIN y VLC