Entre los primeros hallazgos parece confirmarse, además, que los filólogos suelen acertar cuando clasifican los rollos: los de un mismo estilo linguïstico o literario, efectivamente, vienen de un mismo grupo de ovejas.
800 pergaminos de piel de animal, miles de fragmentos caóticos
Entre 1947 y 1965 se encontraron en 11 cuevas en Qumrán, en Israel, junto al Mar Muerto, 800 pergaminos y una multitud de fragmentos, también algunos papiros, que han sido objeto de investigaciones inacabables. Sus poseedores los escondieron en esas cuevas durante la Guerra Judía del año 70 d.C., la que destruyó el templo de Jerusalén aún estando vivos varios apóstoles de Jesús. Probablemente querían evitar que fueran destruidos en un saqueo por parte de los romanos.
Hoy se cree que sus dueños era una comunidad de tipo monástico de judíos esenios, grupo que solo conocemos porque los menciona en sus libros el historiador judío del siglo I Flavio Josefo. Esta comunidad de esenios podía ser parecida, o distinta, a otras comunidades esenias de Palestina.
Los pergaminos se escribieron o copiaron entre el 150 a.C. y el 70 d.C. y entre ellos se han encontrado:
– copias del Antiguo Testamento en hebreo (con textos idénticos a los textos bíblicos que usan judíos y cristianos de otras épocas, lo que ha demostrado que el texto se ha conservado bien transmitido durante 2000 años)
– reglamentos y oraciones propias de la comunidad monástica de Qumrán
– libros religiosos judíos posteriores al Antiguo Testamento pero anteriores a Cristo, como el Libro de Henoc, el Testamento de los Doce Patriarcas, el Libro de los Jubileos…
– y una multitud de fragmentos dudosos, a veces diminutos, entre los que es famoso el fragmento 7Q5 que podría ser un pedacito del evangelio de Marcos 6, 52-53.
El Jerusalen Post anuncia ahora los primeros frutos de una línea nueva para investigar: buscar el ADN de las pieles en las que se confeccionaron los pergaminos.
Conseguir ADN raspando las pieles por detrás
Durante 7 años un equipo ha investigado el ADN de 35 fragmentos seleccionados. “A partir de ahora iremos más rápido”, anuncian.
La idea de estudiar el ADN de los pergaminos surgió en una comida de trabajadores de la Universidad de Tel Aviv, cuando el genetista Oded Rechavi y el experto bíblico Noam Mizrahi se sentaron en la misma mesa. “Se nos ocurrió que usando la información genética de la piel en la que se escribieron podíamos investigar las conexiones entre fragmentos“, comenta el genetista.
Durante veinte años nadie había tomado material genético de los pergaminos por precaución, para no dañarlos, pero en este caso la autoridad a cargo de los Rollos del Mar Muerto (la IAA Dead Sea Scrolls Unit) decidió que valía la pena. Los investigadores descubrieron que bastaba con recortar pedacitos muy pequeños o raspar la parte trasera de los rollos (que pocas veces está escrita) para obtener material suficiente.
Descubrieron que casi todos los fragmentos eran de piel de oveja, animal común en Tierra Santa en la época (y hoy). Sólo dos de los 35 fragmentos -uno de ellos, del Libro de Jeremías- resultaron ser de vaca, un animal que requiere mucha más agua y pastos verdes y que era infrecuente en la Palestina del siglo I, por lo que podría indicar que trajeron del extranjero el material… o el rollo entero ya escrito.
Se podría establecer así que los libros de piel de vaca, importados del extranjero, no eran producidos por la comunidad de Qumram y quizá no reflejaban del todo su postura, pudiendo tenerlos quizá sólo para completar su biblioteca. También permite suponer que un rollo en piel de vaca circulaba por el mercado internacional (o al menos por las comunidades judías del mundo), mientras que los de piel de oveja quizá sólo existían en esa comunidad.
Agrupar manuscritos por su animal o rebaño de procedencia
Pero el análisis de ADN puede incluso mostrar que un fragmento pertenece a un animal en concreto, y otro a otro animal distinto, aunque pariente, del mismo rebaño. Todo esto puede ayudar a resolver el puzle de miles de fragmentos (a menudo sólo con unas pocas palabras) que no hay forma de juntar con sus otras piezas. Ahora se pueden agrupar genéticamente.
Otro ejemplo: en el año 68 los romanos destruyeron la fortaleza judía rebelde de Masada. Los arqueólogos encontraron allí un rollo con un texto sagrado llamado la Canción del Sacrificio de Sabbath.
Hay nueve copias fragmentarias en Qumrán y una en Masada. Una teoría decía que quizá después de la guerra unos refugiados de Qumrán se afincaron en las ruinas de Masada y perdieron allí su peculiar texto. Pero ahora, examinando la genética del rollo de Masada, se ve que el rollo de Masada usó a unas ovejas distintas a las de los otros textos de Qumrán.
Eso puede reforzar la teoría de que la Canción del sacrificio no era un texto sólo de la secta de Qumrán sino un texto bastante difundido, una raíz de literatura mística que podían conocer varias comunidades o corrientes judías. (De hecho, los expertos ya lo sospechaban, porque, por ejemplo, este texto místico llama Elohim a Dios, mientras que los textos de la comunidad de Qumrán casi nunca lo hacen).
Los filólogos clasifican bien, parece decir el ADN
Durante años los expertos han usado la filología para distinguir qué textos de Qumrán eran textos del judaísmo general de la época (textos que quizá cayeron en desuso en pocos años, con la destrucción del Templo) y qué textos son específicos de la secta qumranita. Ahora el ADN confirma -al menos en los fragmentos analizados- que los filólogos suelen acertar: los textos de un mismo estilo lingüístico también usan las mismas ovejas.
Hay unos 25.000 fragmentos por analizar todavía: esta nueva línea nos puede mostrar mucho sobre los textos que circulaban entre las personas religiosas judías en el siglo I y el siglo anterior, en la época de Jesús, las décadas inmediatamente anteriores y en los años de los Apóstoles. ¿Y si aparecieran textos de los primeros cristianos entre los pedazos más fragmentarios y difíciles de entender de ese tesoro despedazado?
Fuente: Fundación Tierra Santa
Pablo J. Ginés / Fundación Tierra Santa