«¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta hermosa ciudad! A los criminales y a todos sus cómplices, hoy, yo, humildemente, como hermano, repito: ¡conviértanse al amor y a la justicia!».
Un llamado a la conversión que suena como una advertencia en la tierra transformada en Gomorra por los camorristas. «No dejen que su juventud sea explotada por esta gente», recomendó Francisco durante la Misa en la Plaza del Plebiscito, con el tono fuerte del ex-sacerdote callejero que combatió durante toda una vida a los narcotraficantes en las “villas miseria” de Buenos Aires. «El futuro de Nápoles no es replegarse, resignada, en sí misma, sino abrirse con confianza al mundo», continuó el Pontífice argentino.
«Esta ciudad puede encontrar en la misericordia de Cristo, que renueva todas las cosas, la fuerza para salir adelante con esperanza, la fuerza para tantas existencias, tantas familias y comunidades», subrayó. «Esperar es ya resistir al mal –recordó Papa Bergoglio. Esperar es ver el mundo con la mirada y con el corazón de Dios. Esperar es apostar por la misericordia de Dios, que es Padre y perdona siempre y perdona todo». «Hoy comienza la primavera, y la primavera es tiempo deesperanza. Y es tiempo de rescate para Nápoles: esto es lo que deseo y mi oración para una ciudad que tiene en sí tantas potencialidades espirituales, culturales y humanas, y, sobre todo, tanta capacidad de amar», indicó Papa Francisco. «Las autoridades, las instituciones, las diferentes realidades sociales y los ciudadanos, todos juntos y de acuerdo, pueden construir un futuro mejor», añadió.
«Queridos napolitanos, dejen espacio a la esperanza, y no se dejen robar la esperanza. No cedan a los halagos de las ganancias fáciles o negocios deshonestos: esto es pan hoy y hambre mañana. Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes». Además, exhortó, «lleven a todos la misericordia y la ternura, la amistad de Dios: esta es la labor que toca a todos, pero especialmente a ustedes los sacerdotes. Lleven la misericordia, lleven el perdón, lleven la paz, lleven la alegría, en los sacramentos, en la escucha que el pueblo de Dios pueda encontrar en ustedes».
Durante la homilía de la misa en la Plaza del Plebiscito, Francisco invitó en dos ocasiones a repetir con él: «Jesús es el Señor. Tres veces, todos juntos». Y todos los presentes respondieron en coro: « Jesús es el Señor, Jesús es el Señor, Jesús es el Señor». Después, al final del discurso, volvió a despedirse en el dialecto napolitano de los fieles: «Ca ‘a Maronna v’accumpagne», que la Virgen los acompañe.