1.300 formadores de diversos carismas religiosos impresionaron al Papa con esta ovación cuando entró en el Aula Pablo VI para tener un encuentro con ellos.
"Me ha dicho el cardenal vuestro número, cuántos sois, y he pensado: '¡Pero con la escasez de vocaciones que hay veo más formadores que formados!'. Esto es un problema. Es necesario pedir vocaciones al Señor y hacer lo posible para que vengan vocaciones”.
Francisco comenzó reconociendo que hay una crisis de vocaciones pero que no por eso se debe permitir entrar a cualquiera en una congregación.
La vida consagrada, señaló, requiere bases sólidas, una personalidad que a veces "hasta las propias familias raramente ofrecen”. Por eso, el Papa dijo que los formadores tienen ante sí una responsabilidad grande y que la mejor forma de atraer nuevos candidatos es predicar con el ejemplo de una vida coherente.
"También estoy convencido de que no hay crisis de vocaciones allá donde hay consagrados capaces de transmitir, con su propio testimonio, la belleza de la consagración. Y el testimonio es fecundo”.
Y para que su testimonio sea "fecundo” el Papa recomendó no olvidar la marca que dejó en ellos su primer encuentro con Jesús. Les aconsejó que con los jóvenes sean pacientes y pidió que en las congregaciones se cuide de los ancianos.