Estas ubicaciones naturales no han cambiado tanto con los siglos como quizá sí lo han hecho las ciudades de Jerusalén, Belén o Nazaret.
Para el visitante resulta fácil imaginar a Jesús capeando el temporal en el mar de Galilea, en un día de lluvia como este, o pescando.
Precisamente así se conserva esta barca, extraída con sumo cuidado del lago. Está datada en el siglo I y sus restos se mantuvieron desde entonces gracias al barro que la preservó del deterioro.
Esta nave permite hacerse una clara idea de cómo eran las embarcaciones en las que Cristo surcaba las aguas de este lugar en compañía de sus discípulos.
La barca fue descubierta en 1986, un año de especial sequía. Para evitar que la madera se desintegrara al contacto con el oxígeno, fue sometida a un complejo proceso de conservación.
Sin perder de vista el mar de Galilea, otro conmovedor escenario de la peregrinación es el monte de las Bienaventuranzas.
Muchas personas aquí se emocionan hasta las lágrimas al pensar que en este lugar Cristo pronunció el Sermón de la Montaña.
“Es muy conmovedor ver donde Jesús caminó y ver los lugares donde los cristianos han sufrido e incluso dado la vida por su causa”.
“Para mí es como un milagro estar aquí y caminar por donde Jesús caminó. Y reflexionar aquí sobre lo que nos dijo me hace estar más cerca de Él”.
“Mi padre está en casa muy enfermo y aquí siento la presencia del Señor me está consolando siguiendo aquí sus huellas. Me siento muy consolada”.
Después de rememorar las Bienaventuranzas, continuando por este recorrido en torno al lago, otro de los puntos claves del camino es el santuario de la Tabgha, el lugar donde Cristo obró el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Estos mosaicos bizantinos del siglo V hablan de este prodigio. En la cesta solo hay 4 panes representados a pesar de que las Escrituras hablan de la multiplicación de 5. Es así porque el quinto pan, es el pan de vida, el propio Cristo.
La oración sale de forma espontánea en este lugar, tanto en actitud de recogimiento como en forma de canción tal y como hace este grupo de peregrinos de Pekín.
La última etapa de este camino es el río Jordán, que comparte aguas con el lago Tiberíades. Aquí los peregrinos pueden recibir el bautismo en el mismo lugar donde el propio Cristo lo recibió.
Un río donde, a pesar de los siglos, muchos todavía pueden abandonar la pesada carga que les oprime para retomar un camino que creían perdido.
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