La higuera en Palestina daba dos cosechas al año: la primera en junio (higos tempranos, brevas, que han pasado el invierno en el árbol); la segunda, a finales de agosto (higos tardanos). Ahora, en los primeros días de abril, no era tiempo de higos. Sin embargo, este árbol da fruto de modo casi permanente.
Con frecuencia se podía encontrar en él algo comestible. Por eso se acerca Jesús; pero no encontró más que hojas. Se dirigió entonces a ella, y dijo en voz alta: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. San Mateo nos dice que se secó enseguida. Pero San Marcos nos indica que sus discípulos advirtieron al día siguiente que la higuera se había secado.
¿Por qué esta maldición a un ser sin razón, y si, además, no era tiempo de dar frutos? Se trata de una parábola en acción. Son frecuentes en las Escrituras estos modos de enseñar.
Jeremías estrelló contra el suelo una vasija para dar a entender a sus compatriotas el castigo que les tenía reservado Yahvé; en otra ocasión, una faja de lino escondida durante mucho tiempo entre las rocas, podrida ya cuando fue a tomarla de nuevo, revelará al profeta el triste fin de la nación que no quiso ceñirse con el sometimiento a Dios.
Isaías anduvo descalzo y desnudo para significar públicamente el expolio de Egipto y Etiopía [14]. De modo semejante, quiso el Señor describir, en la desgracia de aquel árbol maldecido, la suerte de Israel, pueblo con abundancia de hojas, por sus numerosas ceremonias y prescripciones, pero sin los frutos del amor a Dios y al prójimo.
Los discípulos quedaron admirados y sorprendidos. Y reemprendieron el camino sin decir nada.
Llegaron a la ciudad y Jesús pasó el día enseñando. Entonces se acercaron a Felipe unos gentiles griegos que habían subido a la fiesta para adorar a Dios (Jn). Probablemente se trata de unos prosélitos iniciados en el culto del Dios verdadero que llegan a Jerusalén para celebrar la Pascua.
Han oído hablar del Maestro, como todo el mundo en Jerusalén, y desean conocerlo: Señor, le dicen con respeto a Felipe, queremos ver a Jesús. Se dirigen a este apóstol que conocería bien su idioma. Su mismo nombre es griego. Esta petición debió de extrañar a los discípulos. Por esto Felipe consulta con Andrés.
El Señor les recibió con afecto y vio en ellos las primicias de la fe cristiana en el mundo helénico; por eso exclamó: Ha llegado la hora en que sea glorificado el Hijo del Hombre. Les explica Jesús con una comparación cómo se iba a realizar el triunfo y los frutos del Mesías.
Como el grano de trigo muere para fructificar, así el Mesías: Si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. Esta ley del Mesías se extiende a todos sus discípulos. El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna.
Jesús está evocando su Pasión y muerte, ya tan cercanas. Esta idea se repite constantemente, especialmente en estos días. En un momento de la conversación, y como en confidencia, dijo: Ahora mi alma está turbada; y ¿qué diré?: ¿Padre, líbrame de esta hora?, si para eso vine a esta hora. ¡Padre, glorifica tu nombre!
Se oyó entonces una voz del cielo, que dejó a todos sorprendidos: Lo he glorificado y lo glorificaré.
La gente no sabía qué pensar. Unos decían: Ha sido un trueno. Y otros que era un ángel el que había hablado. El Señor declara que aquella voz era un testimonio más para que creyeran en Él. Y hablaba claramente de su muerte en la cruz: Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Pero la multitud no terminaba de creer en Él y de entender a qué se refería. Por eso dijeron: Nosotros hemos oído en la Ley que el Cristo permanece para siempre; entonces, ¿cómo dices tú: Es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
Jesús les contestó que ya faltaba poco para que Él se marchara, pero que debían aprovecharse de la luz mientras estaba entre ellos.
Cuando se tiene luz se puede caminar sin tropiezo. Mientras tenéis luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz.
Después se marchó y se ocultó de ellos.
Mientras tanto, los sacerdotes y los escribas andaban dando vueltas para ver cómo podían matarlo. Esto no les resultaba fácil pues le temían, ya que toda la muchedumbre estaba admirada de su doctrina.
Al atardecer salieron de la ciudad, camino de Betania.
Ver en Wikipedia
Vida de Jesús (Fco Fz Carvajal)