El encuentro entre católicos, ortodoxos y sirios recuerda la antigua sede: «En tiempos de prueba, los cristianos deben vivir en la unidad».
Juntos bajo el signo de la Iglesia de Antioqía, esa en donde (según los Hechos de los Apóstoles) los seguidores de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez. Seis obispos y patriarcas de confesiones diferentes que recuerdan esa antigua sede se reunieron en la Universidad de Balamand, en el Líbano, para lanzar una señal inédita de unidad entre las comunidades cristianas, en medio de la tormenta que se ha abatido sobre el Medio Oriente en estos últimos años.
El promotor de esta iniciativa fue el patriarca greco-ortodoxo Youhanna X, que invitó a este «congreso antioquí» a los demás cinco obispos que, como él, en el título llevan el nombre de la que en la Iglesia unida de los primeros siglos era una de las “capitales”, además de Jerusalén, Roma, Alejandría y Constantinopla. A la invitación respondieron el patriarca maronita, Béchara Raї, el patriarca siro-católico, Ignacio Younan, y el patriarca armenio-católico Nersés Bedros. Un elenco de nombres y de confesiones que bastaría para resumir los mil arroyos en los que (debido a las heridas heredadas a lo largo de la historia) se han dividido los cristianos de Líbano y Siria. Pero que, como recordaba Papa Francisco en Jerusalén (durante el encuentro con el Patriarca de Constantinopla, Bartolomeo I), viven hoy en día en un contexto en el que quienes fomentan el odio en contra de los cristianos no se fijan en las diferencias entre ellos.
Más allá del significado ecuménico para el Medio Oriente, el “congreso antioquí” fue la ocasión para que los patriarcas hablaran con una misma voz sobre algunas de las grandes cuestiones que los cristianos deben afrontar en la región. Y lanzaron un fuerte llamado, sobre todo al Líbano, que se encuentra paralizado desde hace tiempo debido a una crisis institucional y a los constantes atentados que ponen en riesgo el clima de libertad religiosa, mismo que, a pesar de las miles dificultades provocadas por la guerra en la vecina Siria, ha logrado mantener. Los patriarcas pidieron juntos a los políticos libaneses «elevarse más allá de los intereses particulares, para acelerar la elección de un presidente que vele por la unidad del país y lleve a las instituciones a su normal funcionamiento, para permitir que el Estado afronte los grandes desafíos económicos, sociales y de seguridad que tiene delante».
Los patriarcas también dirigieron un pensamiento particular a los cristianos del norte de Irak, además de recordar a la vecina Siria que está sufriendo una guerra tremenda desde hace tres años. Los religiosos (pidiendo que esa violencia sea sustituida con la «lengua de la justicia y de la reconciliación») pidieron a todos los fieles que ofrezcan «en toda ocasión hospitalidad incluso a los cristianos de las demás confesiones». También invitaron a hacer todo lo posible para no abandonar «las tierras que han sido plasmadas por los sacrificios de las generaciones pasadas» y en las que las comunidades cristianas del Medio Oriente han tenido una particular vocación para ofrecer su testimonio. Para concluir, los patriarcas lanzaron un nuevo llamado por la liberación de todos los secuestrados, empezando por los dos obispos de Aleppo (el greco-ortodoxo Boulos Yazigi y el siro-ortodoxo Youhanna Ibrahim), que desaparecieron hace 14 meses.