En al año 81 Domiciano sucede a su hermano Tito. Este, tras oír hablar de los descendientes del rey de David, a su vez de Cristo, mandó acabar con ellos y trajo a su presencia al obispo de Jerusalén junto a otros cristianos. Al oír los testimonios de estos, los consideró tan miserables que dio orden de que cesara la persecución contra el cristianismo.
Pero en el año 95 acusan a su primo Flavio Clemente, a su mujer Flavia Domitila y a su sobrina de “ateos” y de vivir “al modo judaico”. Los cristianos al no ser una religión de una ciudad o nación, sin templo, ni sacrificios eran considerados como “ateos”, hombres sin dioses Acta de los mártires de la nobleza romana - Año 95
Por otra parte, estos miembros de la familia Flavia eran considerados de “misérrima inercia”.
La inercia, abstención, el retraimiento eran una actitud casi forzosa en la sociedad del momento para un cristiano dentro de un mundo de saturado de idolatrías.
Las religiones en Roma y Grecia, al no tener interioridad, penetraba toda la vida exterior del Imperio, de modo que para un cristiano que ocupara un alto cargo -como Flavio Clemente- el conflicto intimo surgía constantemente.
Más adelante la saña de Domiciano apuntó a otra víctima ilustre de la aristocracia romana: M. Acilio Glabrión, cónsul con Trajano. De hecho el cementerio exclusivamente cristiano de la vía Salaria fue propiedad suya.
A decir verdad, los motivos de la persecución de Domicinano no aparecen muy claros. El agotamiento del tesoro, que trajeron consigo las grandes obras de embellecimiento de Roma, determinaron al emperador a la más rigurosa exacción del didracma que los judíos pagaban, desde Vespasiano, a Júpiter Capitolino, precio de su libertad: vegatilagis libertas, que dice Tertuliano.
Mas ¿Qué tendría esto que ver con los miembros de la nobleza romana pasados al cristianismo?
Habrá, pues, que pensar que el ateismo y costumbres judaicas fueron tomados por el tirano como pretexto para deshacerse de hombres que le estorbaban, acusándolos de molitores rerum novarum, lo que hoy sería “sospechosos contra el régimen”.
No es buena, dice Homero la soberanía de muchos, pero peor es la de uno solo, si degenera en tiranía.