El combate del joven David contra el gigante Goliat o las numerosas batallas de Sansón son algunos de los ejemplos que muestran la relación de enemistad que había entre el pueblo de Israel y los filisteos.
Pese a sus referencias en las Escrituras y en otros documentos, poco más se sabía de este pueblo filisteo que habitó en lo que hoy es Tierra Santa. Sin embargo, los resultados de una investigación arqueológica han arrojado luz sobre ellos.
Esta investigación ha llegado a la conclusión de que los primeros filisteos eran inmigrantes europeos de Oriente Medio. Así lo ha revelado un estudio genético de huesos humanos de este pueblo ancestral rescatados en un cementerio de la ciudad israelí de Ashkelón.
“Hasta hoy solo había teorías sobre el origen de los filisteos, pero ahora tenemos datos”, valoró a Efe el arqueólogo David Master sobre un vago pasado recogido en textos bíblicos que describe a un pueblo inculto y rudo, al que pertenecía el mítico gigante Goliat.
Master ha dirigido la campaña en el yacimiento arqueológico donde está el camposanto y del que se han tomado muestras de huesos de bebés enterrados bajo sus hogares para un análisis del genoma y comparativa con los habitantes de Asheklón en la Edad del Bronce y la Edad del Hierro.
“Estos bebés no eran viajeros, son el resultado de la inmigración y el establecimiento de una familia, lo que indica que sus padres realmente llegaron a la región desde el extranjero en el siglo XII a.C.”, aclara.
La investigación ha sido realizada por un equipo internacional del prestigioso Max Planck, Instituto para la Ciencia de la Historia Humana, y la Expedición Leon Levy, un proyecto del Museo Semítico de Harvard, y sus resultados fueron publicados hoy en la revista Science Advance.
El análisis reflejó que las muestras contenían marcas genéticas europeas, que persisten en la actualidad en la población de Europa, sobre todo del sur, y que fueron progresivamente diluyéndose en los residentes de la región por la alta mezcla entre locales y foráneos.
“Los primeros filisteos vinieron en movimientos migratorios desde Occidente al Levante”, concluye Master sobre un advenimiento que se habría producido en la transición entre la Edad de Bronce y la Edad de Hierro.
El cementerio fue descubierto en 2013, durante el transcurso de los trabajos arqueológicos en el yacimiento de la ciudad portuaria de Ashkelón, una de las urbes filisteas centrales en la Edad del Hierro, lo que permitió estudiar la relación de este pueblo con sus muertos, así como sus prácticas y costumbres.
Los filisteos tenían sus principales ciudades en Ashdod, Ekron, Ashkelón, Gath y Gaza, y se diferenciaban culturalmente de otros pueblos como el cananeo y el israelita, que los consideraban sus archienemigos.
Por ejemplo, las prácticas de enterramiento eran en pozos excavados para cada individuo: hombre o mujer, adulto o niño; mientras que los cananeos eran sepultados en fosas centrales para luego almacenar los huesos secos en nichos.
Durante 30 años de excavaciones en la ciudad mediterránea, a unos 74 kilómetros de Jerusalén, el equipo de arqueólogos registró cambios sustanciales en el modo de vida a partir del siglo XII a.C. que conectan con la llegada de los filisteos a la región.
Estos cambios, sin embargo, habían sido debatidos por los académicos al tratarse de “evidencias indirectas” que podrían haberse dado como resultado del comercio o la imitación de estilos de vidas foráneos. Ahora, resalta Master, “el análisis genético aporta evidencias directas de los orígenes”.
Textos egipcios y asirios habían mencionado la existencia de este pueblo en el Levante sobre el que hoy se empiezan a desvelar sus orígenes pero que a su vez requerirán futuros estudios más específicos, adelanta el equipo investigador.