Se comenzaron a realizar en el siglo II. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de villas de familias importantes de Roma, cuyos propietarios, recién convertidos, las abrieron no sólo para sus familiares sino también para sus hermanos en la fe.
Con el Edicto de Milán, en el año 313, cesó la persecución a los cristianos, y pudieron comenzar a construir iglesias y adquirir terreno para nuevos cementerios. Sin embargo, se siguieron usando las catacumbas hasta el siglo V.
El origen de la palabra latina catacumba es incierto. Algunas fuentes creen que viene del griego κατά “hacia abajo”, y τύμβoς “túmulo”; o también de κυμβή “copa”, con el significado de “depresión, hondonada”. Otros estudiosos dicen que es un híbrido del griego κατά “hacia abajo” y de la raíz latina -cumbo que significa “yacer, estar acostado”.
En un principio, se dio el nombre de catacumbas al cementerio de San Sebastián, donde habían enterrado a San Pablo y San Pedro. Después, con la invasión de los bárbaros que destruían y saqueaban todo a su paso, incluso las catacumbas (que solían encontrarse en las afueras), los papas decidieron trasladar las reliquias de los mártires y de los santos a las iglesias dentro la ciudad.
Poco a poco a traves de los siglos las catacumbas dejaron de ser visitadas y quedaron ocultas y en el olvido, hasta que en 1578 fueron redescubiertas por unos obreros que estaban trabajando en la zona.
Estos lugares apartados y ocultos bajo tierra constituían el refugio perfecto en el que los cristianos podían dar sepultura a los suyos, y allí se comunicaban libremente a través de símbolos grabados en los muros de las catacumbas. Era un modo de expresar visiblemente su fe, llegando algunos a ser verdaderas obras de arte.
Con la oveja sobre los hombros representa a Cristo salvador y al alma que ha salvado. El significado está bien explicado en el Evangelio, Jesús es el pastor y todos sus discípulos de todos los tiempos son sus ovejas y las conoce a todas y cada una por su nombre.
En la imagen se ve al pastor que carga en sus hombros la oveja perdida. Esta imagen también alude a la partida de este mundo: por eso se encuentra con frecuencia en los frescos, en los relieves de los sarcófagos, así como grabado sobre las tumbas.
Esta figura vestida con una túnica con mangas anchas y con los brazos levantados en oración, la “piedad” para los cristianos, simboliza el alma que disfruta de la dicha celestial intercediendo por los que se quedan.
Es el monograma de Cristo está formado por dos letras del alfabeto griego: la X (ji) y la P (ro) superpuestas. Son las dos primeras letras de la palabra griega “Christòs” (Jristós), es decir, Cristo.
Este monograma, puesto en una tumba, indicaba que el difunto era cristiano, y aún ahora, este símbolo está muy presente en algunas Iglesias y altares.
En griego la palabra pez se dice “IXTHYS” (Ijzýs).
Puestas en vertical, estas letras forman un acróstico:
“Iesús Jristós, Zeú Yiós, Sotér” = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador.
El árbol representa la vida que desde la tierra crece hacia el cielo con hojas, frutas, flores, signos de su vitalidad. Estos son símbolos de la vida terrenal que tiende a la vida del “cielo”, a la resurrección.
Simboliza el alma que alcanzó la paz divina, pero también simboliza la intervención salvífica de Dios, el Espíritu Santo, el alma del difunto y la paz.
Son la primera y la última letra del alfabeto griego. Significan que Cristo es el principio y el fin de todas las cosas, así lo encontramos citado en el Apocalipsis.
La forma del ancla cristiana era como aquellas de las primeras anclas marinas con dos brazos cruzados y un anillo en la cima para pasar la cuerda. Justamente por esa característica, pronto se convirtió en una forma alternativa de representar la cruz cristiana, sobre todo en aquella época en que era peligroso revelar la propia afiliación religiosa.
Más adelante reapareció con un significado diferente, y se convirtió en un símbolo de la segunda virtud teologal: la esperanza cristiana. De acuerdo con San Pablo el ancla en quien confiar es Cristo.
Ave mítica de Arabia que, según creían los antiguos, renace de sus cenizas después de un determinado número de siglos, es el símbolo de la resurrección.
Representa a Jesús crucificado atravesado por la lanza, el “Cordero de Dios” que se ofrece en sacrifico por la salvación del hombre.
En el año 692 el Concilio de Constatinopla, para evitar la confusión de las religiones y creencias que podrían surgir de símbolos similares como el culto de Dionisio, donde los fieles sacrificaban un cordero para inducir al dios a regresar de los infiernos, se impuso que en el arte cristiano se represente a Cristo en la cruz, ya no como cordero sino en forma humana.
Simbolo de la Resurrección y la vida eterna.
El hecho de que durante el invierno pierden sus plumas y adquieren nuevas aún más bellas en la primavera, hizo que los cristianos de los primeros siglos lo hayan adoptado como un símbolo de la resurrección.
Representa a la Iglesia, el arquetipo del Arca de Noé, un medio de salvación para el resto de Israel representado por el patriarca y su familia.
La barca es el objeto de la salvación, una salvación que viene de arriba, a través de la intervención milagrosa de Jesús, que conduce al refugio seguro del Reino Mesiánico. Es un medio de salvación para los que vendrán a bordo, con clara referencia a la Iglesia: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
En cualquier caso, la representación pictórica de la barca, que se encuentra en muchas tumbas, es un símbolo de esperanza para la eternidad.
Algunos símbolos, como las copas, los panes y las ánforas, se refieren a las comidas fúnebres en honor de los difuntos, llamadas “refrigeria”.