En su primer acto oficial, ante las autoridades del país, invitó a Occidente a regresar a sus valores originarios.
Sueño con una Europa, corazón de Occidente, que utilice su ingenio para apagar focos de guerra.
Una Europa que incluya a los pueblos y a las personas, sin perseguir teorías ni colonizaciones ideológicas.
Durante su encuentro con los obispos, el papa animó a afrontar con esperanza un período de secularización como el actual.
No tenemos que evadir este tiempo porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del pasado. No, este es el tiempo de gracia que el Señor nos da para aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión.
Tras ver a autoridades civiles y eclesiásticas llegó el turno de los jóvenes. Les animó a avanzar en la vida con valentía y a imitar al buen samaritano.
Tengan, por tanto, la valentía de sustituir los miedos por los sueños. Sustituyan los miedos por los sueños. ¡No sean administradores de miedos! No sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños.
A veces en la vida hay que ensuciarse las manos para no ensuciar el corazón.
El papa, en varios momentos, repitió el concepto de que hay un lugar para todos y cada uno en la Iglesia, que no excluye a nadie.
En la Iglesia hay espacio para todos. “Padre, pero yo soy un desgraciado; soy una desgraciada, ¿hay lugar para mí? Hay lugar para todos. Todos juntos, cada uno en su lengua. Cada uno en su lengua, repita conmigo: “Todos, todos, todos” (“Todos, todos, todos”).
En su último encuentro con los jóvenes, el papa quiso dejar un último mensaje muy claro.
Queridos jóvenes: quisiera mirar a los ojos de cada uno de ustedes y decirles: no tengan miedo.
A lo largo de la JMJ, en general, lo que más repitió Francisco fueron mensajes de ánimo. Tanto a jóvenes como a adultos. Les invitó a seguir adelante en la vida sin temor al fracaso.