El Papa afrontó el tema en la misa matutina de Santa Marta. Se trata de realidades «enfermas», insistió el Pontífice, porque «el miedo no es una actitud cristiana»
«Enfermas». Papa Francisco definió con este adjetivo, sin medias tintas, a las comunidades cristianas miedosas y sin alegría. Sobre todo, insistió el Pontífice en su homilía durante la misa matutina en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana, esas comunidades, si están dominadas por los miedos y por la ausencia de alegría, «no son cristianas».
«Miedo» y «alegría», pues, son las dos palabras de la liturgia del día. «El miedo –afirmó el Papa– es una actitud que nos hace daño. Nos debilita, nos empequeñece. Incluso nos paraliza». Una persona que tiene miedo «no hace nada, no sabe qué hacer». Está concentrada en sí misma, para que «no le suceda nada malo». Y «el miedo te lleva a un egocentrismo egoísta y te paraliza».
Un cristiano miedoso es una persona que no ha comprendido cuál es el mensaje de Jesús. «Por este motivo Jesús dice a Pablo: “No temas. Sigue hablando”. El miedo no es una actitud cristiana. Es una actitud (podríamos decir) de un alma encarcelada, sin libertad, que no tiene la libertad para ver hacia adelante, para crear algo, para hacer el bien... no, siempre: “No, pero existe este peligro, está aquel otro y ese de allá...”. Este es un vicio. Y el miedo hace daño».
No hay que temer y jhay que pedir la gracia de la valentía, aclaró el Pontífice argentino, de la valentía del Espíritu Santo que nos envía. «Hay comunidades miedosas, que siempre van a lo seguro: “No, no hacemos esto, no, no, esto no se puede; esto no se puede...”. Parecería que en la puerta de entrada estuviera escrito “prohibido”: todo está prohibido por el miedo. Y tú entras a esta comunidad yel aire está viciado, porque es una comunidad enferma. El miedo enferma a una comunidad. La falta de valentía enferma a una comunidad».
Pero hay que distinguir entre el miedo y el temor de Dios. El miedo, indicó Francisco, debe ser separado del temor de Dios, que «es santo, es el temor de la adoración ante el Señor, y el temor de Dios es una virtud. Pero el temor de Dios no empequeñece, no debilita, no paraliza: saca adelante, hacia la misión que el Señor da».
La otra palabra de la liturgia es la «alegría». «“Nadie podrá quitarles su alegría”», dice Jesús. «Y en los momentos más tristes, en los momentos de dolor –subrayó Papa Bergoglio–, la alegría se convierte en paz. En cambio, una diversión en el momento del dolor se convierte en oscuridad, se vuelve oscura. Un cristiano sin alegría no es cristiano. Un cristiano, en el momento de las pruebas, de las enfermedades, de muchas dificultades, pierde la paz, hay algo que le falta».
El Papa explicó cuál es esa alegría a la que se refería: «La alegría cristiana no es una simple diversión, no es una alegría pasajera; la alegría cristiana es un don, es un don del Espíritu Santo. Es tener el corazón siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre, el Señor me ha visto y me ha invitado y me ha dado su gracia y me ha hecho hijo del Padre... Esta es la alegría cristiana. Un cristiano vive en la alegría».
Es decir, las comunidades miedosas y sin alegría están enfermas. «También una comunidad sin alegría –añadió el Papa– está enferma»; tal vez sea una «comunidad divertida», pero «enferma de mundanidad. Porque no tiene la alegría de Jesucristo». Y así, «cuando la Iglesia es miedosa y cuando la Iglesia no recibe la alegría del Espíritu Santo, la Iglesia se enferma, las comunidades se enferman, los fieles se enferman».
El Papa concluyó la homilía con esta oración: «Elévanos, Señor, hacia el Cristo que está sentado a la derecha del Padre; eleva nuestro espíritu. Quítanos todo miedo y danos la alegría de la paz».