La vocación de María Magdalena

María Magdalena - La conversión de la pecadora

La pecadora es ahora una mujer nueva que empleará toda la fuerza del amor que le llevó al pecado a una causa mucho mejor.

Después de la segunda Pascua en Jerusalén, Jesús vuelve a Galilea. Allí, en una población que no nos es fácil identificar, es invitado a comer por un fariseo rico llamado Simón. Jesús acude abierto a toda muestra de buena voluntad, aunque sea con reticencias, como es este caso. En las comidas judías era costumbre tener muestras de hospitalidad como ofrecer abluciones, pero allí hay frialdad.
El motivo quizá sea que Simón se sabe observado por otros fariseos que miran con malos ojos esa invitación. No quiere manifestarse demasiado amistoso con Jesús. Quiere observarle, pero, desde luego, no le mueve ninguna clase de amor al nuevo profeta, que se confiesa el Mesías y anuncia el nuevo Reino de Dios.
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ambiente es educado, pero frío. Cuando de repente entra una mujer, se arrodilla ante Jesús, llora y, al tiempo, rompe un frasco de perfume, y baña los pies del Señor con sus lágrimas. El gesto es más elocuente que las palabras: está arrepentida de su vida de pecado.

¿Quién era aquella mujer? Era una pecadora.  Una mujer de buen ambiente religioso, pero que pierde la cabeza en una vida de pecado sin recato. Si grande fue la locura que le llevó a malos caminos, mayor aún ha sido la conversión dolorosa de esta mujer.

Jesús calla ante esta explosión de sentimiento. Él sabe bien que, a veces, las palabras tienen que esperar. Pero algo turba aquellos momentos de gozo y reconciliación con Dios. Es el juicio secreto de Simón. Jesús lo advierte y no puede callar.

"Viendo esto el fariseo que lo había invitado decía para sí: Si este fuera profeta sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es una pecadora. Jesús tomó la palabra y dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y él contestó: Maestro, di. Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta.

No teniendo con que pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más? Simón contestó: estimo que aquel a quien se le perdonó más. Entonces Jesús le dijo: Has juzgado con rectitud. Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? entré en tu casa y no me diste agua para limpiarme los pies; ella en cambio ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.

No me diste el beso, pero ella desde que entré no ha dejado de besar mis pies. No has ungido mi cabeza con óleo; ella en cambio ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho"(Lc).

Jesús entra, y se coloca sin demasiadas ceremonias en el sofá, se reclinan sobre el brazo derecho, para comer con la mano izquierda, los pies descalzos están colocados hacia el exterior del asiento.
La mujer, desde sus lágrimas, escucha las palabras de Jesús, y se conmueve más aún. Está perdonada. Su gesto, valiente, ha tenido respuesta. Simón calla ante la lección. Jesús muestra el amor misericordioso que perdona al pecador.
"Aquél a quien menos se perdona menos ama. Entonces le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados". La sala entera se conmovió ante esas palabras, y, una vez más vuelven los comentarios: ¡Ha perdonado los pecados!. "Y los convidados comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?"
Es el señor de la vida que resucitó a un muerto, es el señor del sábado que trabaja en íntima unión con el Padre celestial. Es el Hijo que puede perdonar, porque es igual al Padre y ha venido a traer el perdón a los hombres.

La mujer ha quedado silenciosa en medio del revuelo suscitado por su conducta. Entonces Jesús se dirige a ella, y le dice: "Tu fe te ha salvado; vete en paz". Jesús dice que su pecado es real, pero encuentra la disculpa: "Ha amado mucho".

Las últimas palabras del Señor se le quedan fuertemente gravadas en su memoria: "vete en paz". Se le dilata el alma, y asiente con todo su ser cuando oye que "ama más aquél a quien más se le perdona". La pecadora es ahora una mujer nueva que empleará toda la fuerza del amor que le llevó al pecado a una causa mucho mejor: la de amar a Dios con todas las fuerzas por el camino recién descubierto.

¿Qué relación hubo entre Jesús y María Magdalena?

De los evangelios se desprende que María Magdalena sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de siete demonios, le seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y estuvo con María, la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue crucificado (Mc 15,40-41 y par.).

 

 

Fue, según los evangelios, la primera a la que se le apareció Jesús después de la resurrección, tras buscarlo con lágrimas (Jn 20,11-18). De ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del resucitado. (Ver la pregunta ¿Quién era María Magdalena?). De estos pasajes no se puede deducir ni que fue una pecadora, ni mucho menos que fue la mujer de Jesús.

Los que sostienen esto último acuden al testimonio de algunos evangelios apócrifos. Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo del Evangelio de Tomás, son posteriores a los evangelios canónicos y no tienen carácter histórico, sino que son un instrumento para trasmitir enseñanzas gnósticas. Según estas obras, que aunque lleven el nombre de evangelios no son propiamente tales sino escritos con revelaciones secretas de Jesús a sus discípulos después de la resurrección, Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece el nombre de Magdalena salvo en unos pocos libros) es la que entiende mejor esas revelaciones. Por eso es la preferida de Jesús y la que recibe una revelación especial.

La oposición que en algunos de estos textos (Evangelio de Tomás, Diálogos del Salvador, Pistis Sophía, Evangelio de María) muestran los apóstoles hacia ella por ser mujer refleja la consideración negativa que algunos gnósticos tenían de lo femenino y la condición de María como discípula importante. Sin embargo, algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la postura de la Iglesia oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo espiritual de la mujer que proponían estos grupos. Nada de esto es demostrable. Esa oposición más bien puede entenderse como un conflicto de doctrinas: las de Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una forma de justificar sus planteamientos gnósticos.

En otros evangelios apócrifos, especialmente en el Evangelio de Felipe, Mariam (esta vez citada también con elnombre de origen, Magdalena) es modelo de gnóstico, precisamente por su feminidad. Ella es símbolo espiritual de seguimiento de Cristo y de unión perfecta con él. En este contexto se habla de un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que entenderlo realmente así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso, una especie de sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se engendraba a sí mismo como gnóstico.

El tono de estos escritos está absolutamente alejado de implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso serio entiende estos textos como un testimonio histórico de una relación sexual entre Jesús y María Magdalena. Es muy triste que esta acusación, que no tiene ningún fundamento histórico, ya que ni siquiera los cristianos de la época se vieron obligados a polemizar para defenderse de ella, resurja cada cierto tiempo como una gran novedad.

+ info –

 

Enrique Cases,

Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

 

ver en Wikipedia

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