No sé si es el lugar más impresionante de Tierra Santa -eso ya depende de cada uno-, pero desde luego es un sitio que no deja indiferente
Antes de venirme a Tierra Santa hablando con un amigo en su casa, me decía:
-A mí lo que más ilusión me hace de Tierra Santa es poder visitar el monte Tabor.
Antes de dos años cumplió su sueño mi amigo, y no quedó defraudado. Ciertamente es un monte impresionante. Siempre lo he subido en coche, aunque haciendo el propósito de hacer la ascensión andando en cuanto tuviera oportunidad.
Pero, por desgracia, siempre que visito el monte Tabor es con cierta prisa, pues acompaño a amigos en un día de excursión: venimos de estar en el mar de Galilea por la mañana, y nos queda todavía por ver Nazaret en lo que resta de tarde, para luego volver a Jerusalén por la noche.
Recuerdo la primera vez que estuve: cómo me impresionó el lugar y la vista que hay desde la cima de todo el valle del Esdrelón. Se respira una paz asombrosa y se reza muy bien. Entiendo que el Señor quisiera mostrar su divinidad a los discípulos en ese lugar tan especial.
El monte Tabor ha sido siempre considerado un monte Santo. Desde el Antiguo Testamento ya lo llamaban así las tribus israelitas del norte.
Existía ya un santuario cananeo cuyos restos son visibles aun hoy día en la cripta de la actual basílica. En el siglo III Antíoco III ocupó la cima donde estableció una tropa Siria.
Más adelante, con la primera revuelta judía del año 66 fue fortificado por José Flavio, y desmantelado por Vespasiano. En el Evangelio no se nos dice el lugar donde tuvo lugar la Transfiguración del Señor. Hay una antigua tradición del s. II, que sitúa esta escena evangélica en el monte Tabor. El evangelio dice “los llevó a un monte alto” (Lc. 9,2), y san Pedro en su II Carta dice “monte Santo”.
Debajo de la cripta de la nueva basílica fue descubierta una gruta, lugar de culto de los judeo-cristianos. Parece ser que en el monte pudo haber también un grupo de eremitas. Estos mantenían vivo el culto aun hasta después de la conquista árabe.
En la época cruzada parece que la situación mejoró mucho. Desde el siglo IV ya había un monumento erigido a la Transfiguración. En el siglo IX estaba confiado el culto a monjes benedictinos, que mejoraron mucho la Iglesia, pero en el 1200 el Sultán Malek Al-Adel queriendo fortificar el monte, hizo desaparecer la Iglesia, y realizó construcciones sarracenas cuyos vestigios aun hoy se pueden ver.
En el siglo XIII llegarón los franciscanos con el fin de custodiar los lugares Santos. Hasta el siglo XVII no consiguieron la propiedad del monte Tabor, que se la concedió el emir Fakr-ed Din. Estaba todo en ruinas. Hasta 1924 no se construyó la actual basílica por el arquitecto Barluzzi.
El mosaico que representa la transfiguración del Señor está en el ábside de la iglesia. Al entrar a la basílica a la izquierda está una capilla dedicada a Moisés, y a la derecha otra dedicada al profeta Elías.
De la primitiva basílica cruzada, además de la cripta y de algunos muros visibles debajo del muro reconstruido, forma parte también el altar que se encuentra en el centro mismo de la cripta.
Y de la basílica de época bizantina el único elemento cierto es el pavimento en mosaico que puede apreciarse hoy yendo en dirección a la sacristía.
También se conservan varios capiteles y fragmentos de columnas que pertenecieron a esta época.
Además podemos encontrar, al norte de la basílica y debajo del pavimento del lugar identificado como el refectorio del monasterio medieval, una pequeña gruta excavada que contenía en la pared restos de inscripciones en griego y algunos monogramas con cruces, quizá resto del cementerio de los monjes bizantinos que habitaron la montaña.
Para visitar los monumentos de la zona septentrional de la cima del Tabor hay que volver a la Puerta del Viento y desviarse a la derecha, entrando así en lo que es la propiedad griego-ortodoxa.
En el interior de la torre del nordeste, se puede visitar la gruta de Melquisedec y las ruinas de una iglesia cruzada excavada en gran parte de la roca de la montaña. Allí se conmemoraba el encuentro de Abraham con Melquisedec. Más allá se alza la iglesia y el monasterio de San Elías que tienen los monjes griego-ortodoxos, reconstruido sobre las ruinas de una antigua iglesia de la época cruzada.
No sé si es el lugar más impresionante de Tierra Santa -eso ya depende de cada uno-, pero desde luego es un sitio que no deja indiferente, y que queda muy fuertemente impreso en la memoria.