Francisco en Santa Marta: tampoco «el poder»; el pueblo de Dios, para ser fiel al Señor, debe ser humilde y tener confianza en Cristo. «Si eres el dueño de una banca pero tu corazón no está apegado al dinero, esto es, al servicio».
Debe ser pobre, además de humilde y de tener confianza en Dios. Así debe ser la Iglesia. Sin peros que valgan. Lo recordó Papa Francisco hoy en la mañana durante la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana. Francisco subrayó que la pobreza es la primera de las Bienaventuranzas, y añadió que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres, y no el dinero o el poder mundano.
Cristo regaña a los jefes de los sacerdotes y les advierte que incluso las prostitutas les precederán en el Reino de los Cielos. El Pontífice basó su reflexión de hoy en este aspecto para poner en guardia frente a las tentaciones que pueden corromper el testimonio de la Iglesia. Además, en la Primera lectura de hoy, del Libro de Sofonías, se leen las consecuencias de un pueblo que se vuelve impuro y rebelde por no haber escuchado a Dios.
Francisco se preguntó: ¿Cómo debe ser una Iglesia fiel al Señor? La respuesta: debe «tener estas tres características»: humilde, pobre y con confianza en el Señor.
«Una Iglesia humilde —explicó—, que no se pavonee de los poderes, de las grandezas». Pero humildad «no significa una persona lánguida, floja, que tiene los ojos en blanco… No, ¡esta no es humildad, es teatro! Esto es hacer finta de humildad. La humildad tiene un primer paso: ‘Yo soy pecador’. Si tú no eres capaz de decirte a ti mismo que eres un pecador y que los demás son mejores que tú, no eres humilde. El primer paso en la Iglesia humilde es sentirse pecadora, el primer paso de todos nosotros es el mismo. Si alguno de nosotros tiene la costumbre de ver los defectos de los demás y chismear sobre ellos, no es humilde, se cree juez de los demás».
Segundo punto: la pobreza, que «es la primera de las Bienaventuranzas». Aquí el Pontífice precisó: pobre en el espíritu significa estar solamente «apegado a las riquezas de Dios». Francisco pronunció un fuerte «no» a «una Iglesia que vive apegada al dinero, que piensa en el dinero, que piensa en cómo ganar dinero». Dijo: «Como se sabe en un templo de la disecáis, para pasar la Puerta Santa, decíamos ingenuamente a la gente que había que hacer una limosna: esta no es la Iglesia de Jesús —exclamó—, esta es la Iglesia de estos jefes de los sacerdotes, apegada al dinero».
Después indicó: «Nuestro diácono, el diácono de esta diócesis, Lorenzo, cuando el emperador (él era el ecónomo de la diócesis) le dijo que llevara las riquezas de la diócesis, asó, pagar algo para que no lo mataran, regresa con los pobres. Los pobres son la riqueza de la Iglesia». Francisco se refiere a san Lorenzo, definido por las antiguas fuentes como archidiácono de Papa Sixto II. En el año 253 llegó al trono imperial Valeriano, que en 257 desencadena una persecución anti-cristiana; un año más tarde, ordena la muerte de obispos y sacerdotes. La misma suerte corre Sixto II, a principios de agosto de 258. Se narra que Lorenzo se reunió con él y le habló, camino al suplicio. Después, el prefecto imperial lo detuvo y le dijo que le entregara «los tesoros de la Iglesia». Lorenzo pidió un poco de tiempo. Se apresuró para dar a los pobres las limosnas que administraba. Y después se presentó ante el prefecto llevando consigo a los enfermos, a los marginados, a los pobres: «He aquí, los tesoros de la Iglesia son estos». Después lo mataron.
«Si tú tienes un banco propio —dijo Papa Bergoglio—, eres el dueño de una banca pero tu corazón es pobre, no está apegado al dinero, esto es al servicio, siempre. La pobreza es este desapego, para servir a los necesitados, para servir a los demás».
Al final, recordó que la Iglesia está llamada a confiar completamente en el Señor: «¿Dónde está mi confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor! Esta es la herencia que nos promete el Señor: ‘Dejaré a tu alrededor un pueblo humilde y pobre, que confiará en el nombre del Señor’. Humilde porque se siente pecador; pobre porque su corazón está apegado a las riquezas de Dios y si tiene riquezas es para administrarlas; confía en el Señor porque sabe que solamente el Señor puede garantizar una cosa que le haga bien». El Papa recordó: «de verdad, estos jefes de los sacerdotes a los que se dirige Jesús no entendían estas cosas, y Jesús tuvo que decirles que una prostituta entrará antes que ellos al Reino de los Cielos».
Esperando la llegada de la Navidad, concluyó Papa Francisco, «pidamos que nos dé un corazón humilde, que nos dé un corazón pobre y, sobre todo, un corazón que confíe en el Señor, porque el Señor no desilusiona jamás».