Ese hecho «sucedido en la historia y al mismo tiempo un misterio de fe» es el centro de la vida cristiana. Así lo explica el profesor César Izquierdo, vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, en una entrevista concedida a ABC para aclarar que hay de mito y realidad en la resurrección de Jesús.
-La resurrección de Jesús es un hecho acaecido en la historia y en nuestro mundo. No es, por tanto, un mito que solo tiene una relación simbólica con la existencia humana, como afirmó Bultmann el siglo pasado, y siguen afirmando, con matices distintos, autores contemporáneos. Pero la resurrección de Jesús no fue una vuelta a su anterior existencia humana, como había sucedido con Lázaro que, resucitado por Jesucristo, volvió a la vida y posteriormente moriría definitivamente. Jesús resucitó con su cuerpo pero a una vida no ya de este mundo, sino en Dios. Así realizó en él lo que sucederá al final del tiempo a todos los hombres.
-La resurrección es un hecho sucedido en la historia y al mismo tiempo es un misterio de fe. Las «pruebas» de la resurrecciónson, en primer lugar, el valiente testimonio de los testigos, avalado por el sepulcro vacío en el que ya no estaba el cadáver de Jesús, y por las apariciones del Resucitado. Los testigos que afirmaban haberse encontrado verdaderamente con Jesús resucitado eran los mismos que lo habían abandonado por miedo durante la pasión. Como dice Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret, «algo debió pasar» para que los apóstoles, que habían huido cobardemente de Jerusalén durante la pasión de Jesús, volvieran a los pocos días llenos de ardor a predicar que Cristo había resucitado; lo que pasó fue que el que había muerto en la cruz, resucitó. El testimonio de los apóstoles y de las mujeres que permanecieron fieles durante la pasión es coherente con el sepulcro vacío, sin el cual la resurrección carecería de objeto. A su vez las apariciones dan a conocer lo que había sucedido con el cuerpo de Jesús. El sepulcro vacío y las apariciones se implican mutuamente, y muestran que el testimonio apostólico, que afirma que Jesucristo resucitó verdaderamente, cuenta con un fundamento sólido.
-Después de resucitado, Jesús no está sometido a las leyes del espacio y tiempo como durante su vida mortal. Está cercano a los hombres, como lo muestran las apariciones a los discípulos (en una ocasión «a más de quinientos hermanos» afirma san Pablo), pero no está disponible en un «aquí» determinado. Hasta la Ascensión, el Señor hace notar que está cerca de los discípulos, pero se muestra cuando y donde lo desea para fortalecer su fe.
-Jesús resucitó al tercer día, como afirma las Escrituras. Es decir, murió el día anterior al sábado de la Pascua judía, estuvo en el sepulcro ese sábado y resucitó al día siguiente. Entonces ese día no se llamaba domingo, sino el primer día después del sábado.
Precisamente la palabra «domingo» viene del modo en que los primeros cristianos lo llamaron: el dies Domini, es decir, el día del Señor, el día de la resurrección de Jesús. La Pascua judía generalmente coincide con el plenilunio de primavera, que puede caer cualquier día de la semana. Los cristianos, en cambio, siempre celebran la Pascua el domingo siguiente al plenilunio después de primavera (por tanto, después del 21 de marzo).
-La fe en la resurrección de Cristo es el centro de la fe cristiana. Subraya además un aspecto clave de esa fe que consiste en tomar en serio la encarnación. Cristo no es una idea o prototipo espiritual que sirve de inspiración para las diversas experiencias humanas; también es eso, pero sobre todo es el Hijo de Dios hecho hombre, el Mediador entre Dios y los hombres. Del mismo modo, la resurrección de Jesús no es una simple imagen aceptable para un espiritualismo desencarnado, sino un hecho que afecta esencialmente al cuerpo de Jesús que vence a la muerte y vive en la
unidad personal de Jesucristo, muerto y resucitado. Porque Cristo ha resucitado, nuestra fe es firme y aparece atestiguada por el mismo Dios. La resurrección del Señor es lo que garantiza que su enseñanza, su vida, su infinito amor a los hombres, su entrega amorosa en la Pasión no era algo simplemente humano, por muy ejemplar y heroico que se pudiera considerar, sino que respondía a la presencia misma de Dios entre los hombres. Con su resurrección, Jesucristo manifiesta de modo pleno y confirma que es el Hijo de Dios hecho hombre. San Pablo dejó escrito algo que los cristianos comprendemos muy bien: si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados de los hombres.
«Las 'pruebas' de la resurrección son el valiente testimonio de los testigos, avalado por el sepulcro vacío en el que ya no estaba el cadáver de Jesús, y por las apariciones del Resucitado»
-La resurrección de Jesús no tiene una explicación natural, sino que es un puro don, una gracia radical. Así como los acontecimientos humanos se preparan con lo que ocurre antes, y se puede saber más o menos lo que va a suceder, no pasa lo mismo con la resurrección del Señor. Humanamente, todo terminó con la muerte de Jesús en la Cruz. La resurrección es un hecho completamente nuevo, impredecible para los hombres aunque Cristo lo había anunciado,
junto con su pasión. Mirando las cosas con atención, se ve sin embargo que, aunque nosotros no podemos explicar la resurrección porque es como una nueva creación, en cambio la resurrección lo explica todo: la vida, la muerte, el dolor, el perdón y la misericordia de Dios, la libertad y la responsabilidad humanas, lafidelidad a Dios y la entrega a los hermanos… Por la resurrección de Cristo, el cristiano solo puede mirar a la vida y a la muerte con optimismo y esperanza. Todos estamos llamados a unirnos a la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado.
«Su resurrección «subraya un aspecto clave de la fe cristiana que consiste en tomar en serio la encarnación. Cristo no es una idea o prototipo espiritual que sirve de inspiración para las diversas experiencias humanas»
-Del robo del cuerpo de Jesús ya se habla en el evangelio de san Mateo, cuando los jefes del pueblo aconsejaron a los soldados que habían sido testigos de los signos de la resurrección que dijeran que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús. Así que esa posibilidad es vieja, aunque algunos la han seguido renovando en relatos fantasiosos sobre la vida de Cristo. Nadie puede pensar seriamente que un engaño de ese tipo hubiera podido perdurar. En todo caso, las apariciones del Señor muestran que el cuerpo de Jesús no podía estar en ningún otro lugar que donde estaba él mismo. Finalmente, no es pensable que los discípulos de Cristo estuvieran dispuestos a dar su vida, y la dieran de hecho, por un engaño fabricado por ellos mismos. Si la dieron es porque sabían que verdaderamente Jesús de Nazaret, que había entregado su vida voluntariamente por amor a los hombres, había resucitado y seguía siendo el Señor.