Se pretende con esta serie de videos exponer el enfrentamiento del paganismo a la fe cristiana hasta finales del siglo IV, concretamente hasta el momento en que, al ser declarados ilegales los cultos paganos por medio de las leyes promulgadas por el emperador Teodosio en 391-392, la nueva fe quedo considerada como la religión oficial del imperio.
VIDEO 1 - La aparición del Cristianismo como fenómeno social
(Santiago Casas, Universidad de Navarra)
VIDEO 2 - La primera oposición sistemática: el "Discurso verdadero", de Celso
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
VIDEO 3 - Réplicas cristianas a Celso: el "Contra Celsum" de Orígenes -
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
VIDEO 4 - La reacción de la cultura griega: Porfirio y la filosofía neoplatónica -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
VIDEO 5 - Réplicas cristianas a la critica pagana en el período posterior a Porfirio -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
VIDEO 6 - Juliano el Apóstata. Su obra el tratado “Contra los galileos” -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
VIDEO 7 - San Agustin y la cultura de su epoca -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
VIDEO 8 - Los Padres de la Iglesia y la nueva evangelizacion -
(Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra)
Su perspectiva, sin embargo, es parcial porque trata de presentar la controversia tal como se refleja en los textos literarios de los primeros siglos de nuestra era, concretamente en la obra de tres autores que vivieron a lo largo de los siglos II-IV d. C. (1). No pretendemos, pues, estudiar la historia de las persecuciones, que se desarrolló a otro nivel, sino más bien describir la lucha intelectual, no menos encarnizada, que se desarrolló en el terreno de la cultura.
Aquí no hubo derramamiento de sangre, pero se utilizaron instrumentos dialécticos que no son menos interesantes de analizar, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de ellos se siguen esgrimiendo en la actualidad, a pesar de que hayan desaparecido tiranos, hostilidades abiertas y espectáculos circenses (2).
Lo que aquí nos ocupa es la reacción de los paganos y la obra de los protagonistas de la resistencia a la nueva fe, fundamentalmente Celso, en el s. II, Porfirio en el s. III y el emperador Juliano, en el s. IV, sus respectivas obras y sus objetivos: la descalificación social en el caso del primero, la puesta en entredicho de la coherencia del mensaje en el segundo y la presión política revestida de razones intelectuales en el tercero.
Los originales de estas obras se han perdido, por razones obvias de heterodoxia, refrendadas por órdenes imperiales de destrucción; por eso, nuestro conocimiento de ellas no sólo es indirecto y fragmentario, sino que además está tamizado por la perspectiva con que las expusieron sus adversarios cristianos, respectivamente Orígenes, San Agustín y Cirilo de Alejandría.
Se puede afirmar que cada vez que el racionalismo, de cualquier tipo que sea, ha pretendido atacar la Revelación cristiana, ha repetido consideraciones que Celso, Porfirio y Juliano esgrimieron ya en los primeros siglos (3).
Todo el esfuerzo de estos autores se ha centrado en mostrar que el Jesús de los evangelios no existió en la realidad, que su mito lo imaginó Pablo de Tarso, que sus palabras, sus milagros, no sólo son inverosímiles, sino perjudiciales y que la vida de los cristianos es funesta para la sociedad. Han intentado mostrar, a través de sus obras, la diversidad y la incompatibilidad del cristianismo con el orden establecido por la religión tradicional, resaltando, con todo el aparato expresivo que ponía a su alcance la retórica (4), las antítesis irreconciliables entre mono / politeísmo, fuerzas de la naturaleza / milagros, vida terrena / eternidad, exclusividad / tolerancia, dogmatismo / eclecticismo que contraponen ambas concepciones de la religión.
Al mismo tiempo han hecho todo lo posible por encontrar figuras o sistemas en los que realmente vale la pena creer, sean personajes mitológicos, como el héroe Hércules y el dios bienhechor de la humanidad Asclepio (Esculapio), hombres extraordinarios como Apolonio de Tirana y Apuleyo, pensadores como Pitágoras y Sócrates, o finalmente sistemas filosóficos, sobre todo el platonismo y el estoicismo, cuyo vivo resplandor, a su parecer, ponía en la sombra la brillante aureola del Dios de Galilea.
No vamos a hacer por tanto una exposición de la fe, sino a través de la crítica a que fue sometida una y otra vez por sus detractores. Si aparece la
Revelación misma, que es el objeto principal de la discusión, lo hace de la mano de sus adversarios, cuyas objeciones, como decimos, continúan siendo utilizadas en la actualidad. En este sentido, la moderna apología de la fe, podría ganar en contundencia y eficacia sólo con esgrimir los argumentos que aportaron entonces los primeros intelectuales cristianos, que por supuesto estaban dotados del mismo bagaje de formación y cultura que sus oponentes paganos. De ahí la perenne actualidad de la literatura patrística (5).
Cuando Orígenes polemiza contra Celso, el argumento decisivo que esgrime es que, con Cristo, no sólo el dios impasible, que gobierna el mundo desde allá arriba, sin ningún contacto posible con la materia carnal y por tanto incapaz de encarnarse, ha superado ese abismo entre el ser supremo y su creación, sino que ha irrumpido definitivamente en la Historia “la Verdad en persona” (6). Esta pretensión es, ni más ni menos, el punto fundamental de la controversia que al cabo de dos milenios tiene planteada la teología cristiana en su diálogo con el mundo moderno.
Algo análogo cabe decir de los otros dos enfrentamientos, salvando las oportunas distancias de época y talante de los respectivos antagonistas. Ante el ataque masivo de Porfirio, la Ciudad de Dios agustiniana presenta el espectáculo grandioso de una humanidad penetrada por la doctrina salvadora de Cristo y a Cirilo, apenas unos decenios tras la muerte de Juliano el Apóstata, le basta con constatar que no queda ni huella de su intento de acabar con los cristianos.
Tanto el punto de partida como los objetivos de los tres polemistas son diferentes. Mientras Celso se enfrenta a una comunidad marginal a la que pretende excluir de la vida social y en cualquier caso mantener aislada, Porfirio se encuentra con una realidad ya introducida por todas partes, con peso social y poseída de un seguro exclusivismo (7), a la que debe prestarse atención y a la que no se puede descalificar, sino intentar asimilar en un sistema filosófico-teológico, ecléctico y universalista.
Juliano, por su parte, protagoniza una maniobra a la desesperada por aniquilar la fuerza arrolladora que está a punto de acabar con la religión tradicional, de la que él se siente apóstol (8) . El proceso desembocará en el triunfo de la Iglesia, que se presenta como la fuerza moral que se apresta a regular, no sólo la cultura, sino la vida pública de los siglos siguientes.
Toda esta polémica no fue estéril sino que contribuyó a que el cristianismo, comenzando por el orbis christianus, que surgirá de ella y perdurará al menos a lo largo de la Edad Media, adquiriera una experiencia que le hizo mantenerse abierto a las cuestiones que se le han presentado en contacto con la cultura de todos los tiempos.
Los capítulos de esta serie son:
(Santiago Casas, Universidad de Navarra)
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
(Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra)
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