Sin embargo, las Catacumbas de Santa Priscilla albergan, además de sarcófagos, féretros y nichos, colecciones de frescos que, aún, conservan en buena medida la vida de su colorido original.
Entre estos frescos, destaca uno que podría ser la primera imagen conocida de la Virgen María.
Generalmente, se acepta que las primeras imágenes marianas conocidas datan del siglo V, después de que el Concilio de Éfeso, en el año 431, tras combatir la herejía Nestoriana, afirmase la maternidad divina de María, llamándola a partir de entonces, con el título de Theotokos, Madre de Dios.
Este dato, que no es menor, ha puesto en duda el hecho de que esta sea en efecto la primera representación mariana que se conoce y que, en cambio, se trate sólo del retrato de una mujer con su hijo, quienes posiblemente habrían sido enterrados en las catacumbas.
Para otros historiadores del arte, la presencia de la figura a la izquierda del conjunto es reveladora. Si la figura, que parece estar dirigiéndose a la mujer, fuese el Arcángel Gabriel, estaríamos quizá en presencia de la primera representación de la Anunciación, allí en el llamado “arenario central”.
Sin embargo, nuevos hallazgos en las Catacumbas de Santa Priscilla, en la sección conocida como La Capilla Sixtina Paleocristiana, parecen haber dado, junto a nuevos frescos en los que estarían representadas la resurrección de Lázaro, Santa Felicitas y dos de sus hijos (los mártires Felipe y Félix), otra imagen de una mujer con un niño en brazos que, aparentemente, podría corresponder a la Virgen María.