La potente novedad del Papa Francisco

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“Estando ya mi casa sosegada”, como diría San Juan, a las cuatro de la mañana se escucha en la habitación 201 de la Domus Santa Marta el despertador de Francisco. Levantarse tan temprano implicará una siesta después de almorzar, un descansito que Juan Perón definió «obligación casi litúrgica» que le permitía tener «dos mañanas» cada día.

La profunda sencillez de su predicación, su acción pastoral, sus gestos y palabras

“Estando ya mi casa sosegada”, como diría San Juan, a las cuatro de la mañana se escucha en la habitación 201 de la Domus Santa Marta el despertador de Francisco. Levantarse tan temprano implicará una siesta después de almorzar, un descansito que Juan Perón definió «obligación casi litúrgica» que le permitía tener «dos mañanas» cada día.

Las primeras horas del día están reservadas a la oración y a la meditación sobre las Lecturas, que el Papa comenta en las breves homilías de la misa cotidiana en la Capilla del «internado», como le dice a su residencia: un lugar sencillo y moderno, con mármoles claros y vitrales de colores. El obispo de Roma reza allí, sentado en las últimas filas.

Las predicaciones matutinas, improvisadas pero no al azar, son una de las mayores novedades del pontificado. El Papa celebra con la ayuda de cardenales, obispos o sacerdotes de paso; acuden fieles que, normalmente, son empleados del Vaticano acompañados pos sus familias: desde el personal del IOR hasta los basureros vaticanos. Francisco se despide de cada uno de ellos antes de ir a desayunar a la sala común de Santa Marta. Estar con las personas, abrazarlas una por una no es una pérdida de tiempo para Francisco: en Argentina se pasaba noches enteras confesando, sin vestir como cardenal, por lo que no lo reconocían, en ocasión de los grandes peregrinajes marianos a la Virgen de Luján.

Tino Scotti, un sacerdote de Bérgamo que trabaja en la Secretaría de Estado, se ocupa de las peticiones para participar y de las invitaciones a la misa en Santa Marta. Con estos fieles y para ellos, el «Papa párroco» desmigaja el Evangelio tan eficazmente que la preciosa síntesis ofrecida un par de horas después por la Radio Vaticana está convirtiéndose en una ocasión que tiene eco en todo el mundo. Bergoglio es un admirador de Jorge Luis Borges y una vez invitó al gran escritor argentino a la escuela en la que enseñaba para que lo conocieran sus estudiantes. Cada mañana inventa imágenes eficaces, como aquella sobre la «Iglesia niñera», sobre los confesionarios que «no son una tintorería», sobre los «cristianos de salón» o «de museo», sobre la «oración de cortesía», el «colirio de la memoria», el «progresismo adolescente», la «aduana pastoral»...

Sin embargo, lo que más sorprende es la profunda sencillez de sus palabras. Sobre todo sus palabras sobre la ternura y el perdón: «El mensaje de Jesús es la misericordia, Para mí, y lo digo con humildad, es el mensaje más fuerte del Señor». Un mensaje gracias al cual mucha gente volvió a acercarse a la Iglesia en todo el mundo, gracias al cual mucha gente volvió al confesionario incluso tras décadas de lejanía.

«El Papa predica como lo hacía en Buenos Aires –explicó Enzo Bianchi, fundador de la Comunidad de Bose–; en la historia nunca se había verificado que hubiera un “quiebre” de la Palabra de esta manera. Un hecho cuyo alcance teológico todavía no hemos comprendido. La gente entiende, no se trata de meditaciones abstractas».

Muchas veces, en sus homilías –incluso en las homilías de las grandes celebraciones en la Plaza San Pedro–, Francisco cita a laabuela, Rosa Margherita Vassallo, que le explicaba al pequeño Jorge Mario la resurrección de Jesús o la importancia de no apegarse al dinero, porque el «sudario no tiene bolsillos». La misma abuela que a su nieto, ya cerca de la ordenación, le recordaba: «Celebra la misa, cada misa, como si fuera la primera y la última». La abuela, testimonio de la fe de los simples: una característica que acerca a Francisco al Papa Luciani, que, cuando era seminarista, escuchaba los consejos del viejo arcipreste de Canale d’Agordo: «Recuerda que cuando prediques te tiene que entender hasta la viejita sentada en la última fila y que no fue a la escuela».

Desde los primeros meses del Pontificado, además de un estilo de predicación, surge un modelo de pastor, de obispo. Tan cerca de la gente y tan lejos del poder. Bergoglio, en un discurso a los miembros de la Conferencia episcopal italiana, que escribió personalmente y pasó casi desapercibido a pesar de su importancia, dijo: «La falta de vigilancia hace tibio al pastor», lo «seduce con la perspectiva de la carrera, con el halago del dinero y los compromisos con el espíritu del mundo; lo vuelve flojo, tranformándolo en un funcionario, un clérigo de estado preocupado más por sí mismo, por la organización y las estructuras que por el verdadero bien del pueblo de Dios».

Con los nuncios apostólicos, sus «embajadores» en las Iglesias de todo el mundo, encargados de identificar a los candidatos para los episcopados de los diferentes países, el Papa dijo: «Estén atentos, que sean pastores cercanos a la gente, padres y hermanos, que sean mansos, pacientes y misericordiosos», que amen «la pobreza» interior y también exterior «como simplicidad y austeridad de vida», que no tengan «una psicología de “príncipes”» ni estén en «constante búsqueda» de promociones. En este llamado en contra de la plaga del «carrerismo» eclesiástico, en la advertencia para no caer en el «triunfalismo» y en la confianza ciega en las estructuras de las Iglesias ricas, hay una profunda unidad con todo lo que dijo y escribió su predecesor Benedicto XVI.

«Creo que este Papa –nos dijo el historiador Andrea Riccardi–, juntando cosas antiguas y nuevas, ha establecido un lenguaje hecho de gestos que dan significado a las grandes palabras de la fe. Un dato visible para todos durante los primeros cien días de pontificado fue la sintonía entre Francisco y la gente. Y su mensaje ya ha llegado muy lejos...». Claro, ahora los obispos necesitan ponerse en sintonía con este enfoque de sencillez evangélica y poca clericalidad.

«Algo parecido sucedió con Juan XXIII –indicó Riccardi. Sintonizarse no siempre es fácil, la Iglesia no es una radio a la que basta girar la perilla. Es un proceso que pasa por muchas resistencias».

«Francisco representa una potente provocación para todos –repite el cardenal Angelo Scola. La Providencia nos ha donado esta descarga. Estamos tratando de seguir al Papa, cada uno con su propia personalidad y estilo. Se necesita un poco de tiempo...». Mientras tanto, los obispos de Lombardía se reunieron y anunciaron que sienten «la responsabilidad de aceptar el desafío» de la renovación del «estilo y del lenguaje» que representan los gestos y las palabras de Francisco. El Papa ha repetido en más de una ocasión: «Estoy bien, no he perdido la paz, no he perdido el sueño ante un hecho sorprendente como el que me ha sucedido. Y esto lo considero un don de Dios».

Vatican Insider

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