El filme de Mel Gibson abunda en pasajes simbólicos que establecen dos claros paralelismos temáticos en el marco de la pasión de Cristo: el paralelismo de la pascua judía con la Última cena, y el del sacrificio del Calvario con el sacrificio de la Misa.
O el flash-back de la consagración, que con un montaje paralelo nos muestra la crucifixión de Jesucristo y la última cena simultaneamente.
Por Alfonso Méndiz http://jesucristoenelcine.blogspot.com.es
En un postde esta Semana Santa citaba un artículo de Juan Manuel de Prada sobre el filme “La Pasión de Cristo” en el que decía: “La película aborda algunos asuntos medulares de la fe católica, como es el vínculo existente entre el sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la misa”.
En efecto, el filme de Mel Gibson abunda en pasajes simbólicos que establecen dos claros paralelismos temáticos en el marco de la pasión de Cristo: el paralelismo de la pascua judía con la Última cena, y el del sacrificio del Calvario con el sacrificio de la Misa.
La Única frase en Hebreo en la película, pronunciada por la Virgen
La primera escena que refleja esa analogía temática acontece casi al principio, cuando un joven escapa de Getsemaní soltando su manto (en alusión al joven que escapó arrojando una sábana: Mc 14, 51-52) y llega a la casa donde están pasando la noche la Virgen y María Magdalena. Les anuncia que se han llevado a Jesús, y la Virgen dice: “be-mah nishtanah ha-layla ha-zot mi khol ha-layelot” (“¿En qué se diferencia esta noche de todas las noches?”). Es la única frase en hebreo (no arameo) que se escucha en la cinta, y se trata de una pregunta ritual que siempre se hace en hebreo, aún hoy, en los primeros momentos de la cena pascual. A continuación responde María Magdalena, también en hebrero: “Porque una vez fuimos esclavos, y ahora ya no lo somos”.
Situada la frase en ese momento, como clave de interpretación para todo lo que vendrá, no sólo establece el paralelismo entre la cena pascual judía y la Última cena, sino que es también el inicio del profundo simbolismo que se irá desarrollando entre toda la pasión y la Última cena de Cristo: el lavatorio de los pies, la presentación del pan, la consagración del pan y del vino… Todo ello se entrelaza con pasajes de la crucifixión que refuerzan esa misma analogía. Gibson quiere recordar a la audiencia, por un lado, que en esa cena pascual se unieron el Antiguo y el Nuevo Testamento, y por otro, que en ella se anticipó sacramentalmente lo que en plenitud se realizaría poco después en la Cruz.
El camino al Gólgota
A partir de ahí, el filme desarrolla abundantes paralelismos que anticipan el sacrificio de la Cruz. Así, Jesús ve a un herrero que golpea las argollas de su inminente tortura y recuerda sus golpes en la madera al tallar una mesa en el taller de Nazaret: una y otra escena difieren en luminosidad (luz y alegría en Nazaret, oscuridad y tristeza en el palacio de Caifás), pero tienen para Él una misma significación: con su trabajo y con su pasión redimió igualmente a todos los hombres.
Otros paralelismos son más explícitos, como el lavatorio de las manos de Pilatos al entregar a Jesús, en contraste con el lavatorio de las manos de Jesús al comienzo de la Pascua. Ambos actúan como preámbulo y preparación de un sacrificio pascual: en la pascua judía, el paso de la esclavitud egipcia a la liberación como pueblo escogido; en la pascua del Gólgota, el paso de la esclavitud del pecado a la liberación como hijos de Dios.
La Eucaristía
Finalmente, el más claro paralelismo de la cinta se manifiesta en el flash-back de la consagración. Tras ver en el Calvario cómo los soldados clavan a Jesús en la cruz y empiezan a elevar su cuerpo, un montaje paralelo nos retrotrae al momento de la Última Cena en que Jesús eleva el pan y dice: “Tomad y comed, porque éste es mi cuerpo”. A continuación, volvemos al Gólgota y vemos que de la cruz recién levantada empieza a chorrear la sangre de Cristo, que se derrama sobre el madero. Un nuevo paralelismo nos sitúa en el Cenáculo, cuando el Señor levanta el cáliz y dice aquellas palabras: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre… que será derramada por vosotros”.
Por si quedara alguna duda, la muerte de Cristo supone una profunda conmoción en la naturaleza dañada por el pecado –tal y como recogen los Evangelios- y el mismo diablo es herido mortalmente con la propia muerte del Redentor: sus gritos lastimeros se oyen desde lo más profundo del abismo.
La Resurrección
La última imagen del filme (un precioso plano-secuencia que recorre la sepultura donde fue enterrado el Señor) termina en un primer plano de Jesús resucitado. Con Él, se disipan las tinieblas que han dominado casi toda la película, y la luz de la Resurrección inunda definitivamente la pantalla. Ha dado comienzo la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo.
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